En
los principales rotativos de Madrid apareció la noticia de un hombre que pasó
varios días postrado en la terminal de autobuses de Plaza Elíptica, teniendo
entre sus brazos manchados de mugre el cadáver de un perrito. Lo dieron
enseguida por loco, y anduvieron avispados los de Servicios Sociales de la
Comunidad de Madrid para hacerse cargo de ese mendigo trastornado. Tuvieron
grandes dificultades para retirarle el cadáver del perrito, que al cabo de los
días ya desprendía el característico hedor de la descomposición. El hombre no
llevaba documentos encima, no articulaba palabra y sólo por medio del examen de
las huellas dactilares que se le practicó, se pudo averiguar su identidad. Su
nombre era Sebastián Argote y Cencibel, y era natural de Córdoba. No se le
conocían familiares ni ningún dato laboral. Decían que era escritor. Cuando lo
ingresaron en un sanatorio psiquiátrico del norte de Madrid, parecía estar en
estado catatónico. Solía sentarse en el suelo y hacer el ademán de sostener un
ser vivo en su regazo, la misma postura en que lo encontraron con el cadáver
del perrito. Había que obligarle a comer, y no se relacionaba con nadie. Al
cabo de los días, tan sólo abandonó, de manera espontánea, su posición de estar
sentado en los suelos, y ahora la vista se le escapaba por fuera de las
ventanas, hacia un punto indeterminado en los cielos.
Con
el tiempo, comenzó a hacer movimientos con los dedos y las manos; se diría
talmente que esbozaba palabras en el aire. Y se volvió violento. No quería
tener a nadie al lado; a este menester, recurría a los puños. Sus terapeutas
estaban desconcertados, y no juzgaban prudente devolver a la sociedad a un tipo
tan peligroso.
Sebastián
Argote y Cencibel pasaba sus horas solitario. No perdió el gusto de mirar el
cielo a través del rectángulo de las ventanas, y seguía anotando palabras en el
aire; a ninguno de sus terapeutas se le ocurrió transcribirlas.
Acaso
se hubiesen llevado una sorpresa.
***
Jejeje.
¡Qué putos ingenuos! Me consideran un loco irrecuperable, pero yo ya tengo lo
que en el fondo buscaba: vivir sin dar ni palo. He aguantado a la sociedad más
de medio siglo; justo es que ahora la sociedad me aguante lo que me quede de
respirar.
Quizá
lo que más me impactó en esta vida fue la mirada de aquel perrillo moribundo.
Mejor
que estar en la cárcel o en la calle pasando calamidades, ¿no os parece,
chavalotes? Aquí me dan lo que necesito: si quiero libros, libros; si conexión
a Internet, un ordenata para mí solo. Y no tengo que abrir la boca; me valgo de
señas o lo escribo en kleenex sonados. Si alguien me estorba, lo corro a
hostias simulando un ataque de ira. Leí una vez por ahí que la mayor
satisfacción para un hombre es comer, beber y gozarse de su trabajo; aquí
dispongo de todo eso, si bien me he prohibido escribir ningún tocho más. Hay
otras cosas que hacen falta, pero nada que la imaginación no pueda suplir
acertadamente.
En
definitiva, soy feliz… Bueno, no del todo… Hay veces en que me extasío
contemplando las nubes al atardecer, cuando sus panzas se tiñen de rosa
incandescente, y experimento entonces una sensación de tristeza. Recuerdo ese
día de lluvia, el estremecimiento que sentí al tener al perrito en brazos
mientras se moría. La vista de sus ojos, el imaginarme la expresión de los
míos. Amar fuera de mí, ya demasiado tarde. Si lo hubiera mantenido vivo, a
buen seguro yo hubiese cambiado por completo. Compasión, amor, camaradería…
Pero esto es lo que toca, chavalotes.
Si
me muero antes que vosotros, que os den por donde amargan los pepinos. Si vivo…
¿Es que creéis que tenemos que saberlo todo?
Olvidadme.
Me llamo Sebastián Argote y Cencibel, y no os necesito para nada.
Ya
demasiadas mentiras escribí en esta vida.
Madrid, Ciudad Real
1 de mayo-1 de junio de 2016
Por Julián Esteban Maestre
Zapata (el jardinero de las nubes)
FIN DE LOS CUENTOS URBANOS (2010-2016)
3 comentarios:
Me ha gustado mucho tu forma de expresión y el giro del final. Como siempre, un placer seguirte y leerte. Besos amigo querido.
Muy bueno y sorpresivo giro, me encanta tu manera de escribir, siempre mezclado con esa poética que da ganas de Seguir leyendo. Abrazos!
Gracias de corazón, Martha y Marta. Un honor vuestras palabras. Recibid uun fuerte abrazo.
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