Su rostro,
tras una ventana,
en la noche desahogaba
su llanto en lluvia.
Suspiraban los faroles,
parpadeaban las estrellas
escondidas.
Los muros de tierra
del pueblo envejecido.
Cae la lluvia,
y la luna no vendrá
a guarecerse en sus ojos
de ventana callada,
esperanza y sentimiento
aletargado.
La calesa
dejó un rodal de barro
sobre los adoquines
color tormenta.
A él no le importó
empaparse y pensar
que en la mañana
le aguardaba el barro
del monte sin besana;
no le importó
alejar de sus recuerdos
cielos de verano sufrientes
de astros lavados
por el fuego;
no le asustaron
los ladridos de los perros
en las esquinas cercanas.
Asomada a la ventana
de vidrios llorosos,
su vida,
su amor desconocido,
su luna inalcanzable…
La miró una vez más.
Ciudad
Real, sábado 15 de mayo de 2016
Por
Julián Esteban Maestre Zapata (el jardinero de las nubes)
2 comentarios:
Gran sensibilidad poética. Siempre un gusto leerte. Abrazos desde Cuba. Bye bye
Muchas gracias Martha. Un abrazo.
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