viernes, 6 de julio de 2012

Cuentos urbanos: El inventor (XII) - Con la Iglesia hemos dado



El padre Leandro, párroco titular de la iglesia de San Pedro Apóstol, había perdido la cuenta de los padrenuestros y avemarías que había desgranado desde que las hordas del 15-M invadieran el sagrado ámbito del templo a su cargo. Había vivido muchos años y pasado por muchas penalidades; nunca imaginó que sus ojos pudieran contemplar algo parecido a lo que ahora le rodeaba.

Paseaba arriba y abajo por la nave de la iglesia. La luz, fragmentándose en las hermosas vidrieras policromadas, ponía de relieve las motas de polvo que constelaban el tejido de su sotana. Se sentía viejo e incapaz de afrontar los retos que las circunstancias de los nuevos tiempos imponían.

-Padre, ¿no se cansa de pasear de acá para allá?

Borja, así decía llamarse el niñato pintillas que le había interpelado. Fumaba un canuto, repantigado en uno de los bancos próximos al altar. La iglesia estaba a rebosar, y allí se fumaba, se bebía y se comía sin el menor miramiento por el carácter sagrado del lugar en que se hallaban. Los acontecimientos se habían precipitado. Todo el mundo se había vuelto loco, así de repente.

-Me gusta rezar mientras camino –replicó el padre Leandro.

-Allá usted. De todas formas, le vendrá bien para rebajar barriga.

-Si tuviéramos que estar conformes con la imagen de nuestro cuerpo, no nos quedaría espacio para disfrutar de la vida.

-Sexo, alcohol… y esto. –El mozalbete expelió una dulzona nube de humo de marihuana-. Aquí está el verdadero gozo de la vida.

El rostro del sacerdote se pobló de una tristeza inconmensurable.

-Al final la vida acaba precisando algo más para adquirir su pleno sentido –dijo-. Las diversiones que tú propugnas tienen fecha de caducidad. El amor de Dios se mantiene firme para siempre.

-Por eso cada vez la gente cree menos en Dios.

-Por eso cada vez creo yo más en Él.

-¡Usted está desfasado! ¡Cómo se le ocurre creer en esa mierda en los tiempos que corren!

El padre Leandro, sin decir palabra, comprimió los labios y siguió caminando. ¿De qué valía tratar de razonar con relapsos de semejante especie? El mundo había cambiado mucho desde los tiempos de su juventud. El mundo siempre cambiaba de generación en generación. La Iglesia de Dios ultrajada por un hatajo de estrafalarios, que aun no siendo malvados en el fondo, mostraban un desprecio absoluto hacia las formas y cuestiones sagradas. “La Iglesia es cosa de fachas”, había oído mencionar mucho en las últimas horas.

Se aproximó al crucifijo del altar. Tenía atascada en la garganta una bola de lágrimas de rabia. ¿Cuál era la solución al dilema que estaban viviendo? Las ovejas descarriadas no encontraban pastor que las guiara. No se convence fácilmente a la gente maltratada que ha llegado a ser consciente de que nada tiene que perder. El padre Leandro quería saciar la sed de amor que padecía su corazón, pero el salvajismo circundante le desmotivaba por completo.

-Un milagro… Eso es lo que el mundo necesita.

De repente se hizo el silencio en su derredor. Los relapsos del 15-M se quedaron mirándole de hito en hito.

Todos habían escuchado su murmullo.

CONTINUARÁ...

Julián Esteban Maestre Zapata (el jardinero de las nubes). 

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