miércoles, 20 de diciembre de 2017

Último mensaje de Navidad



Robin Hood se encontraba en su lecho de dolor. Sabiendo que su vida estaba pronta a concluir, le pidió al Pequeño John que le pasara su arco y una flecha de su aljaba. Montó el arco, y la flecha salió disparada fuera de la ventana, hacia la dulzura de los campos al atardecer. Luego le pidió a su fiel amigo que allá donde la flecha se hubiera clavado, cavara su sepultura, orientada hacia el sol naciente. Después de tantas hazañas, Robin Hood se enfrentaba a su fin.

En lo tocante a mí, ya no pienso volver a publicar literatura en Internet. He aguardado a Navidad porque es mi época predilecta. Se acabó vivir la vida a través de una pantalla. Mi vida son libros, literatura verdadera, tinta derramada, pensamientos solitarios y alguna que otra esperanza. Yo no seré el hombre más bueno de este mundo, no tendré todo el talento que hubiera anhelado, mi notoriedad será inexistente, pero debo mirar por los años que me quedan y tratar de enmendar mis caminos, libre ya de tantas equivocaciones, tanta decepción en el trato con los humanos cercanos y lejanos. Internet parecía la panacea para un alma solitaria, pero mi experiencia ha sido más bien dolorosa. No me importa arrastrar la sombra de mi fracaso.

En una playa se puede hundir la mano en la arena y sacarla repleta de este elemento, pero al sacudirte aquélla descubres que en la piel quedan adheridos unos pocos granos. Así es la vida: podemos conocer a mucha gente, pero son poquísimos (por lo menos en mi caso) los que pueden prender la llama de la amistad. Yo no quiero tener un millón de amigos, que diría la canción, no puedo tenerlos ni ya aspiro a tenerlos... pero con lo que tengo me siento satisfecho.

A mi edad ya no quiero redenciones o cubrir anhelos no realizados. No me importa la opinión que pueda suscitar y no espero correspondencias a cambio de mis escasos actos buenos. Sólo espero no dañar, conservar la salud y seguir derramando tinta al margen de Internet, porque leer y escribir sigue siendo mi vida.

No me busquen que yo no andaré buscando, no me pidan nada que yo no les pediré tampoco, no se esfuercen en saludarme (antes tampoco lo hacían, antes quizá me hubiera venido bien, ahora ya no lo necesito). Adiós, vida y mundo artificiales. Quedan atrás muchas gentes falsas y muchas personas virtuosas; indiferencia para las unas y buenos deseos para las otras.

Estoy bien. Tengo algunos granos de arena pegados a mi mano, los libros me acompañan y la que será mi sepultura también está orientada al sol naciente.

La Navidad es tan hermosa que no merece ser vivida a través de una pantalla. Dios todavía habita donde nadie pensaría buscarlo.

Gracias por todo.

Feliz Navidad...  y feliz vida.

Ciudad Real, 20 de diciembre de 2017.
Julián Esteban Maestre Zapata (el jardinero de las nubes, por última vez).