martes, 27 de septiembre de 2016

Te perdono (poema)



Te perdono,
como la rosa perdona
al invierno moribundo,
cuando sabes que nadie
por ti levantará la cabeza
y tendrás que plantar
tus pies
en los arrozales despoblados.

Lloro por ti,
por ese dolor que llega
sin lágrimas (tan inmenso parece);
aunque los vientos fúnebres
enmascaren mi voz,
yo rezo por tu redención.

Te busco,
pero en el fondo de mi alma
no quiero hallarte,
tantas cicatrices de pena
sembraste en mi interior.

Sé que olvidaste
la belleza del cielo
que te cobija,
que con el sol
toda amistad rompiste,
que quieres estar solo
para ahogar tu culpa.

Aunque ya no me oigas,
amigo,
yo te perdono…
como el mar
perdona al viento.

Ciudad Real, martes 27 de septiembre de 2016

Por Julián Esteban Maestre Zapata (el jardinero de las nubes)


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domingo, 18 de septiembre de 2016

Alegre meditación (poema)


Si te fuiste a tierras distantes,
si en otras ciudades
tu nombre aprendieron,
si nadie vio que un dolor
amordazado
traías de tu pasado…,
fuiste nacido de nuevo
y tu mirada tomó la claridad
del lago azotado por el turbión.

 Si los cielos no ofrecieron
toda su luna,
si las palabras llevaban
máscaras de silencio,
si la tibieza se perdió en
un otoño incipiente…,
muéstrate alegre
porque aún es tiempo
de buscar esperanzas.

Vas peinando
los últimos cabellos de la tarde
y acabarás encontrando
desconocidos campos estelares.
Ya no ves las riberas
que te vieron nacer,
la hierba creció en los tejados
de tu infancia…
Sé feliz,
pues la vida te ha capturado.

Ciudad Real, domingo 18 de septiembre de 2016

Por Julián Esteban Maestre Zapata (el jardinero de las nubes)


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domingo, 11 de septiembre de 2016

Amor en la feria (poema)


Se escapó
una palabra de amor
en medio de la feria de septiembre.

Nadie ladeó la cabeza,
las luces de festejo
no parpadearon
y la brisa nocturna
no perdió un átomo de su tibieza.

Pero esa palabra
enredó sus vocales
en los rayos de una luna
mutilada
y alcanzó más lejos
que el cometa más veloz.

La feria vocifera
con su colorido
y atrapa
en el estanque del tiempo
memorias desechadas, traídas
con anzuelos de nostalgia.

Palabra que contiene
todos los vocablos
del amor,
naciendo de la jovialidad
e invocando con estruendo
inaudible la tristeza
que engendró su alegría.

Amor a un pueblo,
amor a una patria,
amor a unos ojos chispeantes…

Parque de Gasset, Ciudad Real, domingo 11 de septiembre de 2016
Por Julián Esteban Maestre Zapata (el jardinero de las nubes)



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viernes, 2 de septiembre de 2016

Las desavenencias literarias de Sebastián Argote y Cencibel (y VI) - APROVECHADO Y SENTIMENTAL


En los principales rotativos de Madrid apareció la noticia de un hombre que pasó varios días postrado en la terminal de autobuses de Plaza Elíptica, teniendo entre sus brazos manchados de mugre el cadáver de un perrito. Lo dieron enseguida por loco, y anduvieron avispados los de Servicios Sociales de la Comunidad de Madrid para hacerse cargo de ese mendigo trastornado. Tuvieron grandes dificultades para retirarle el cadáver del perrito, que al cabo de los días ya desprendía el característico hedor de la descomposición. El hombre no llevaba documentos encima, no articulaba palabra y sólo por medio del examen de las huellas dactilares que se le practicó, se pudo averiguar su identidad. Su nombre era Sebastián Argote y Cencibel, y era natural de Córdoba. No se le conocían familiares ni ningún dato laboral. Decían que era escritor. Cuando lo ingresaron en un sanatorio psiquiátrico del norte de Madrid, parecía estar en estado catatónico. Solía sentarse en el suelo y hacer el ademán de sostener un ser vivo en su regazo, la misma postura en que lo encontraron con el cadáver del perrito. Había que obligarle a comer, y no se relacionaba con nadie. Al cabo de los días, tan sólo abandonó, de manera espontánea, su posición de estar sentado en los suelos, y ahora la vista se le escapaba por fuera de las ventanas, hacia un punto indeterminado en los cielos.
Con el tiempo, comenzó a hacer movimientos con los dedos y las manos; se diría talmente que esbozaba palabras en el aire. Y se volvió violento. No quería tener a nadie al lado; a este menester, recurría a los puños. Sus terapeutas estaban desconcertados, y no juzgaban prudente devolver a la sociedad a un tipo tan peligroso.
Sebastián Argote y Cencibel pasaba sus horas solitario. No perdió el gusto de mirar el cielo a través del rectángulo de las ventanas, y seguía anotando palabras en el aire; a ninguno de sus terapeutas se le ocurrió transcribirlas.
Acaso se hubiesen llevado una sorpresa.
***
Jejeje. ¡Qué putos ingenuos! Me consideran un loco irrecuperable, pero yo ya tengo lo que en el fondo buscaba: vivir sin dar ni palo. He aguantado a la sociedad más de medio siglo; justo es que ahora la sociedad me aguante lo que me quede de respirar.
Quizá lo que más me impactó en esta vida fue la mirada de aquel perrillo moribundo.
Mejor que estar en la cárcel o en la calle pasando calamidades, ¿no os parece, chavalotes? Aquí me dan lo que necesito: si quiero libros, libros; si conexión a Internet, un ordenata para mí solo. Y no tengo que abrir la boca; me valgo de señas o lo escribo en kleenex sonados. Si alguien me estorba, lo corro a hostias simulando un ataque de ira. Leí una vez por ahí que la mayor satisfacción para un hombre es comer, beber y gozarse de su trabajo; aquí dispongo de todo eso, si bien me he prohibido escribir ningún tocho más. Hay otras cosas que hacen falta, pero nada que la imaginación no pueda suplir acertadamente.
En definitiva, soy feliz… Bueno, no del todo… Hay veces en que me extasío contemplando las nubes al atardecer, cuando sus panzas se tiñen de rosa incandescente, y experimento entonces una sensación de tristeza. Recuerdo ese día de lluvia, el estremecimiento que sentí al tener al perrito en brazos mientras se moría. La vista de sus ojos, el imaginarme la expresión de los míos. Amar fuera de mí, ya demasiado tarde. Si lo hubiera mantenido vivo, a buen seguro yo hubiese cambiado por completo. Compasión, amor, camaradería… Pero esto es lo que toca, chavalotes.
Si me muero antes que vosotros, que os den por donde amargan los pepinos. Si vivo… ¿Es que creéis que tenemos que saberlo todo?
Olvidadme. Me llamo Sebastián Argote y Cencibel, y no os necesito para nada.
Ya demasiadas mentiras escribí en esta vida.


Madrid, Ciudad Real
 1 de mayo-1 de junio de 2016
Por Julián Esteban Maestre Zapata (el jardinero de las nubes)


             FIN DE LOS CUENTOS URBANOS (2010-2016)




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