En la sesión del Taller de Escritura Creativa correspondiente al miércoles 14 de enero, Cristina Serrano nos propuso una serie de pautas para abordar la literatura infantil. Se trata de proponer frases coherentes, y se van a barajar sus sujetos y predicados para lograr frases incoherentes que son como la puerta a la fantasía y sirven de guía para elaborar cuentos infantiles. Cristina nos pidió que empleásemos esta técnica con frases escritas por nosotros, y nos dio cinco minutos para escribir nuestros propios cuentos.
En mi caso, propuse estas frases:
Navegan los barcos.
Los violines ejecutan
melodías.
Las nubes desprenden
lluvia.
Tras barajar los sujetos y predicados, elegí esta opción (muy
apropiada a mi pseudónimo):
Navegan las nubes.
NAVEGAN
LAS NUBES
Lucas
era un niño que vivía en Italia, y soñaba con viajar a Rapa Nui (la Isla de
Pascua) para ver de cerca los Moáis (cabezas de piedra). Se enteró por
Atanasio, el halcón peregrino que controlaba el tráfico de los cielos, que iba
a pasar una nube con destino a Rapa Nui.
˗¿Cuánto
cuesta el viaje? ˗preguntó Lucas.
˗Nada
˗respondió Atanasio˗. Las nubes lo hacen todo gratis.
Entonces
Lucas ascendió a la cima más alta de los montes Apeninos, esperó que la nube
atracara, y se subió a ella. Era como un barco, con sus mástiles, sus velas y
su cubierta.
En
el castillo de proa iba otro pasajero. Se trataba de una niña. Lucas era tímido
y no fue capaz de preguntarle su nombre.
˗Me
llamo Leonora ˗dijo ella, adivinando su pensamiento.
˗¡Y
yo Lucas! ˗se apresuró a contestar él.
˗Encantada.
˗¿Cómo
sabías que quería preguntarte tu nombre?
La
niña no respondió. En ese momento, la nube se subió encima de los vientos
alisios e inició un vuelo precipitado hacia Rapa Nui.
Lucas
pensó que ya no era tan importante ir allí. Lo mejor del viaje era haber
conocido a Leonora.
La
nube se perdió en el horizonte. Atanasio, el halcón peregrino, pensó que Lucas
nunca más regresaría.
Acto seguido, Cristina nos dio unas
pautas para escribir un cuento en casa. En mi caso, me correspondió:
Personaje: el que inventa.
Lugar: avión.
Objeto: lo que dibujo.
Por no prestar suficiente atención a
mis notas, he escrito el cuento confundiendo el lugar: he usado un puente en
lugar de un avión. Espero que sepan disculparme este despiste. He aquí le
cuento:
LA
ARAÑA DE JUAN DE LAS TUERCAS
Este
Juan de las Tuercas era un científico muy famoso que vivía en la ciudad de
Ronda, que es a su vez famosa porque tiene un inmenso abismo abierto en la
roca. Juan de las Tuercas siempre estaba inventando cosas, y un día se le
ocurrió fabricar una enorme araña mecánica dotada de inteligencia. Le llevó
mucho tiempo esta tarea, y al acabar le dijo a la araña:
˗Te
llamarás Gargantuela.
˗No me
gusta ese nombre ˗respondió la araña.
˗Tendrás
que obedecerme. Soy tu creador.
˗No hay
razones para obedecerte.
Dicho
esto, Gargantuela se escapó de la casa del inventor, delante de sus mismas
narices. Era de noche, y las farolas de esa parte de la ciudad no alumbraban lo
suficiente. Gargantuela necesitaba un lugar donde esconderse, porque era grande
como una casa. Los habitantes de la ciudad dormían todos en sus camas,
ignorando el peligro de la araña que caminaba por las calles. Por fin,
Gargantuela encontró refugio bajo los arcos del puente tendido sobre el abismo
de Ronda.
Entretanto,
Juan de las Tuercas corrió a voltear las campanas de la iglesia de Santa María
la Mayor, para alertar a los lugareños del peligro de la gigantesca araña
mecánica. Al amanecer, un pastor que venía de los campos fue diciendo por las
calles lo siguiente:
˗La
araña que buscáis está bajo el puente del abismo.
Juan de
las Tuercas se hizo acompañar de muchos guardias para ir a ver lo que estaría
haciendo Gargantuela. En apenas una hora, ésta había tejido una tela de araña
entre los arcos del puente, que semejaba el dibujo de un soberbio mapamundi.
˗¿Queréis
estudiar geografía conmigo? ˗preguntó Gargantuela.
˗Gargantuela,
vuelve a casa conmigo ˗le pidió Juan de las Tuercas.
˗Nunca,
estoy muy a gusto aquí.
˗Pero
entonces la gente tendrá miedo de cruzar el puente, y los guardias van a traer
un cañón para disparar contra ti.
˗No
acertarán, el puente es muy grande.
Así
pasó. Gargantuela sabía esconderse cuando hacía falta. Pasaron muchas semanas,
y nadie se atrevía a cruzar el puente. Entonces Gargantuela hizo saber que
dejaría cruzar a la gente cuando le propusieran un acertijo que ella no supiera
resolver; le encantaban los acertijos.
˗Es
inútil ˗decía Juan de las Tuercas˗. Es muy inteligente; lo sé porque yo la
fabriqué.
Muchos
fueron a tratar de proponerle acertijos a Gargantuela. No hubo nada que hacer:
respondió “huevo” al acertijo de “una arquita muy chiquita, blanquita como la
cal, todos la saben abrir pero nadie la sabe cerrar”; “plátano” al de “oro
parece, plata no es”; y así cientos y cientos.
Sus
telarañas eran cada vez más bellas e instructivas, y se le ocurrió pintarlas de
colores. Representaban bosques, flores, hongos, velas rizadas por el viento, montañas,
botones de oro, pájaros surcando las nubes… Gargantuela estaba hecha toda una
artista.
Los
habitantes de Ronda estaban desesperados. Se hicieron a la idea de que nunca
podrían volver a cruzar el puente sobre el abismo. Juan de las Tuercas estaba
también muy triste, por el motivo de que una creación suya hubiera salido tan
rebelde.
Un día,
Ángela, una niña de pelo negro con un hermoso vestido de flores, llegó al filo
del abismo y gritó:
˗Gargantuela,
¿estás ahí?
˗No me
gusta que me llames así ˗respondió la araña.
˗¿Cómo
quieres que te llame?
˗Lo
tengo que pensar.
˗Me
gustan los dibujos de tus telarañas.
˗Gracias.
˗Quiero
cruzar el puente.
˗Proponme
un acertijo, pues.
˗Aquí lo
tengo ˗y Ángela recitó˗: “Un vaso y otro vaso, uno lo bajas deprisa y el otro
se sube despacio; uno lo empujas flojito, y el otro empuja robusto”.
Gargantuela
movió las ruedecillas de su cerebro, pero no dio con la solución. Estuvo muchos
minutos pensando, y al final tuvo que rendirse.
˗Puedes
cruzar el puente, niña.
Gracias
a Ángela, el puente volvió a estar abierto a todo el mundo. Y Gargantuela hizo
muchos amigos, que admiraban los diseños de sus telarañas. Venían gentes de
todos los lugares a conocer a la araña inteligente. A partir de ese momento, en
Ronda se vivieron tiempos muy felices.
Cierta
vez, Juan de las Tuercas fue en busca de Ángela y le preguntó:
˗¿Cuál
es el resultado de tu acertijo? Llevo mucho tiempo cavilando y no doy con él.
Ángela,
que era una niña muy avispada, respondió:
˗Deberías
de saberlo, inventor. Es una máquina que se usa para levantar pesos muy grandes
empleando fuerzas muy pequeñas.
˗¡Es la
prensa de Pascal! ˗exclamó Juan de las Tuercas palmeándose la frente.
˗Así es
como algo muy pequeño puede terminar venciendo a algo muy grande.
˗Tienes razón. Ni a Gargantuela se le hubiera
ocurrido.
˗Recuerda,
inventor, que le tienes que cambiar el nombre.
˗Eso es
más difícil que resolver un acertijo ˗dijo Juan de las Tuercas˗. Pero no hay
que desesperar; tú has demostrado que para vencer el miedo no hay nada mejor
que la inteligencia.
Julián Esteban Maestre zapata (el jardinero de
las nubes).