viernes, 31 de julio de 2015

Me han dado un premio de poesía en un concurso internacional


Hace varios años que colaboro en la prestigiosa red  literaria "Letras Kiltras", cuya mecenas es la escritora chilena Nat Gaete. Estos últimos tiempos de atrás, a pesar de mis pocas ganas de participar en concursos literarios, se me ocurrió enviar una cosita que pergeñé en una tarde de piscina, el pasado 27 de junio. Como vi que se correspondía con las bases del concurso, decidí participar con el lema Cygnus. Éste es el poema en cuestión:

                    
                   RIMA ESTIVAL

Tenías la mirada de nieve,
el sol sobrenadando en la penumbra.
El océano lo dijo con su palabra:
para que sus ojos me miren
existo,
para refrescar su sonrisa
he nacido.

Ese pájaro blanco paseándose
por los aires del mar,
eras tú buscando mi puerto.

La casa de la duna,
donde la rama del melocotonero
se dobla con el peso de su fruto.
Tienes la ventana abierta,
el sol no conoce de soledades.
La arena brilla
con el blancor de tu mirada.

Tenías en los labios
el fuego del verano,
el rojo de la flor
que desafió al trigal.

No puede caer el rocío
de la noche, el pájaro blanco
aún no encontró su nido.
La abeja entona la oración
del tiempo que termina.

Tú eres verano,
yo la sombra solitaria.


Esta misma tarde he recibido un correo electrónico comunicándome que me han concedido el tercer premio. En el portal principal de la página, ha aparecido este comunicado (se puede ver pinchando aquí):

A 31 DE JULIO DE 2015 SE DAN A CONOCER LAS PREMIACIONES DEL PRESENTE CONCURSO, CUYO JURADO ESTUVO CONFORMADO POR LA SEÑORA LILIANA MARENGO (ARGENTINA) Y  EL SEÑOR BETO BROM (ISRAEL), A QUIENES HACEMOS LLEGAR NUESTRO AGRADECIMIENTO POR SU DESTACADA LABOR COMO INTEGRANTES DEL JURADO.AGRADECE-MOS TAMBIÉN A NUESTRAS AMIGAS ALEJANDRA JIMÉNEZ, ORGANIZADO-RA DEL CERTAMEN, Y MARQUESA LUNA, COORDINADORA DEL MISMO.
LOS POEMAS PARTICIPANTES FUERON CALIFICADOS EN  UNA ESCALA DE 1 A 6, EN LAS QUE SE VALORARON DIFERENTES ASPECTOS Y, EN UNA ESTRECHA COMPETENCIA, LA PREMIACIÓN FINAL HA SIDO LA SIGUIENTE:
Primer Lugar: Insomnio,  Laura Inspirada (Argentina). Puntuación: 5,2
Segundo Lugar: Cautiva, Fabiana Rey (Argentina). Puntuación: 5,1
Tercer Lugar: Rima estival, Julián Maestre (España). Puntuación: 5
Primera Mención: Contacto, Nieves Granero Sánchez (España). Puntuación: 4,9
Segunda Mención:  Niño de fusil cargado, María Mora (España) y Destejiéndose, Teresa Hernández (El Salvador). Ambos poemas con una puntuación de 4,7
Tercera mención: Verdaderas piedras, Hugo Luna (Argentina). Puntuación: 4,6
Muchas gracias a los 17 participantes que se sumaron a este certamen y que apoyaron de esta manera la celebración del séptimo aniversario de nuestra comunidad, LetrasKiltras.
Felicitaciones, Laura, por tan merecido premio 
Atte.
Nat Gaete, directora LetrasKiltras

Para poder leer todos los poemas que concurrieron a concurso se puede pinchar aquí.

Ya de paso, en otra prestigiosa red literaria ("Creatividad Internacional") de Nueva York, pusieron una foto que me mi hija Ana me hizo el martes pasado, la cual colgué en Facebook para presentar a León, mi nueva mascota. Para ver la mención, pinchar aquí.

Bueno, aunque la vida esté llena de altibajos, esta semana no me puedo quejar en cuanto al reconocimiento que está teniendo mi labor literaria a nivel internacional.

Julián Esteban Maestre Zapata (el jardinero de las nubes).








miércoles, 22 de julio de 2015

Cuentos urbanos: El lado pornográfico de la vida (XI) - Dos amigos despidiéndose


La vida se hizo difícil. Sin la presencia de Rebeca, criar a la niña se tornó una labor en extremo complicada. Jem no encontró en San Juan Capistrano ninguna mujer que quisiera echarle una mano, ni tan siquiera a cambio de una discreta remuneración económica. Por espacio de un mes tuvo que suspender sus faenas en el mar, lo cual era preocupante, ya que constituía su única fuente de ingresos.
Entretanto, Hugh empacaba sus pertenencias para mudarse a Iowa, donde vivía su hermano. No se le había pasado por las mientes poner en venta el diner; presumía que nadie iba a querer comprárselo, y, por otra parte, no quería venderlo a ninguno de los que hubiera procurado su ostracismo y el de sus amigos Jem y Rebeca.
La víspera de su marcha fue a despedirse de Jem, quien iba a todas partes empujando el cochecito de su hija, la cual, pese a todas las dificultades de su crianza, ganaba peso y exhibía en todo momento las típicas expresiones joviales que tanto embellecen los rostros de los bebés. Hugh los encontró en un banco situado en las cercanías del espigón.
–Jem, amigo, ¿cómo lo llevas?
–Me falta Rebeca –respondió sucintamente y con claridad meridiana.
–Lo comprendo.
–He intentado dar con ella, pero no hay manera. No contesta a las llamadas al celular, no ha vuelto a escribir desde su nota de despedida.
En ese instante, Melody rompió en sollozos. Jem la tomó del cochecito y la acunó en sus brazos. Se puso a tararear una tonada que enseguida restauró la expresión serena en la linda carita de la niña.
–Eres un buen padre –dijo Hugh, conmovido por la escena que se desarrollaba ante sus ojos.
–Y Rebeca es una madre maravillosa –sostuvo Jem, la mirada perdida en el horizonte.
–Pero os ha abandonado.
–Se ha ido porque piensa que de esta forma nos va a perjudicar menos. Pero sabe el cielo que está equivocada.
–¿Tú la disculpas?
–Solamente la amo con todo mi corazón, aunque suene cursi, y con más razón al haberme dado este fruto de mi ser. Espero que allá donde esté pueda recapacitar y regrese con nosotros, que somos su familia después de todo. Necesitamos su regreso… Yo necesito que vuelva.
La niña se durmió apaciblemente en brazos de su padre. El viento arreció, y por el lado del espigón se levantó furioso oleaje. Por el este avanzaba un banco de nubes que, a cuenta de su fúnebre aspecto, preludiaba tiempo tormentoso. Jem depositó a la niña en el cochecito, reclinó el respaldo y cubrió a aquélla con una toquilla de lana suave.
Hugh también se puso en pie.
–¿Podréis salir adelante? –preguntó a su amigo.
–Lo único que tengo seguro es que la niña no se apartará de mi lado… en ningún momento.
–Pero tú tienes que trabajar –objetó Hugh.
–Aun así, no la apartaré de mi proximidad.
–¿Te alcanza el dinero todavía?
–Sí, todavía me alcanza. Cuando necesite más, ya veré qué hago.
–Yo me tengo que ir a Iowa.
–¿Cuándo te vas?
–Mañana mismo.
–Te echaré de menos, Hugh. Eres mi único amigo aquí.
–Yo también te echaré de menos, condenado pescador. A ella también la echo de menos.
Sin mediar otra palabra, se fundieron en un abrazo con gran derroche de emoción.
 No fueron capaces de decirse nada más. Hugh se aproximó al cochecito y depositó un beso sobre la frente de Melody, que dormía con aspecto angelical. Luego tomó el picaporte de la puerta y se fue rumiando melancolías.
Al sentirse solo frente a un futuro imprevisible, Jem pensó que acaso debiera rezar algún tipo de oración; acordarse, en definitiva, de que tal vez en los cielos morara alguna divinidad protectora, posiblemente la misma que invocaban aquellos que habían dejado en la estacada a él y al amor de su vida.

CONTINUARÁ…

Julián Esteban Maestre Zapata (el jardinero de las nubes).


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lunes, 6 de julio de 2015

Cuentos urbanos: El lado pornográfico de la vida (X) - El mensaje inesperado


Por lo ordinario, Jem no necesitaba despertador para ponerse en pie a primeras horas de la madrugada, el mejor momento para salir a faenar. Estaba echado en la cama. Sentía que sus miembros estaban tensos y pesados como mástiles de navío, la cabeza le divagaba entre brumas de cansancio. Era como si estuviera bajo los efectos de una droga, y resultaba raro; no recordaba haber bebido vino anoche, si bien había notado un gusto extraño en el té de flores que Rebeca le solía preparar antes de irse a dormir; quizá ella no lo había azucarado lo suficiente.
Entreabrió los ojos, miró hacia el cuadrado de la ventana y experimentó una sacudida de pánico. Ya era pleno día, en el cielo no aparecían nubes, se escuchaba el llanto de la pequeña Melody.
–¡Rebeca!
Se incorporó trabajosamente de la cama. Su mano derecha notó sobre el colchón la presencia de un papel. Un amargo presentimiento nubló su mente. La niña seguía llorando en la habitación contigua. El papel tenía palabras; así lo pudo apreciar en cuanto los ojos se le aclararon lo suficiente. La niña dejó de emitir sollozos; ahora soltaba rabiosos berridos.
–¡Rebeca! –repitió Jem, pero sabía que su llamamiento era en balde.
Sin soltar el papel de la mano y sin calzarse sus cómodas zapatillas de estar en casa, se abocó al encuentro de la niña. Al lado de la cuna había un biberón de cereales preparado.
–¿Tienes hambre, mi niña?
Jem la tomó en brazos, agarró con la misma mano del papel el biberón y asentó sus posaderas sobre la inmediata mecedora. La niña buscó la tetina y la apretó entre sus labios, tras lo cual dejó escapar un murmullo de deleite. Entonces Jem halló la ocasión para leer lo escrito en el papel que aún sostenía en su mano, que venía concebido en los siguientes términos:

Debo dejaros, no porque no me importéis, sino precisamente por todo lo contrario. A todo sitio que voy, llevo conmigo la desgracia, y es mejor que me aleje de todas las personas que me importan. Debo alejarme de ti, e incluso de mi propia hija. Llevo conmigo el dolor y las lágrimas, de los que no me desharé el resto de mi vida. Por favor, cuida de Melody y enséñale a seguir una vida en la que no tenga que lamentar errores fatales. Estoy segura de que podrás hacerlo porque tú eres bueno, y quiero que mi hija llegue a ser tan buena como tú. No me busques, no sabes adónde voy, no podrás encontrarme. Perdóname, y cuando Melody crezca, pídele que me perdone también. Os quiero. Rebeca”.

A poco se le cae a Jem la niña de los brazos. No sabe a qué punto dirigir la mirada. Hay rabia y desesperación que le suben a la garganta. Quiere gritar, pero su cordura se impone: sabe que no debe hacerlo mientras tiene a un bebé en brazos. No considera que sea de valientes llorar, pero no puede evitarlo. La niña sigue tomando feliz el contenido del biberón.

CONTINUARÁ…

Julián Esteban Maestre Zapata (el jardinero de las nubes).


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