viernes, 20 de diciembre de 2013

Mensaje navideño

Belén de mi casa

En muchas ocasiones he pensado que si tuviera que quedarme con una de las fiestas que se celebran a lo largo del año, ésta sería sin duda la Navidad.

Desde que era muy pequeño, he sentido una emoción especial por la Navidad, por su mensaje, incluso por su estética especial. A estas alturas de la vida, creo haber dilucidado el mensaje navideño: los grandes triunfos entrañan orígenes humildes, la esperanza es un camino aún más sublime que la propia realidad y muy a menudo asume distintas formas de las que imaginamos.

Cada día de mi vida, en menor o mayor grado, adoro lo que representa el Niño Jesús. Ya de mayor, me enseñó a llevar con buen ánimo la soledad que ha sido la constante de mi vida; me enseñó a aceptarme y a esperar lo mejor de mi humildad.

Los años han pasado, y la vida enfila su camino de bajada. Poco a poco se va difuminando y perdiendo lo que parecía ganado, y posiblemente el final sea la humildad del pesebre. Los dolores, las tristezas, el humo de lo que no llegó a arder, se presentan… La vida, en suma. Aunque los vientos soplen inclementes, la imagen del pesebre es un guiño a la esperanza y a la felicidad que podrá realizarse.

La Navidad acoge un sentimiento que es fuente de vida.

Niño del pesebre, amigo Jesús, perdona mis culpas y santifica mis virtudes. Que el mundo se engalane de la paz que representa tu rostro, que el hambre, las guerras y los sufrimientos se alejen de la humanidad. Que tu amor por nosotros sea manifiesto, aunque muchas veces te dejemos de lado.

Aprovecho para felicitar estas fiestas a todas las personas que conozco, a ti en particular… Aunque de lejos mi puerta parezca cerrada, de cerca se ve que sólo está entreabierta. Mucha salud y prosperidad a mis seres queridos.


Julián Esteban Maestre Zapata (el jardinero de las nubes).