domingo, 8 de enero de 2017

Parábola del pescador de almas (poema)



Te damos gracias, pescador,
por las horas ocultas en el océano,
pintando rosas en el telón del alba
y confundiendo tu pena
con las lágrimas de las olas.
Esos panes de centeno depositados
en el cesto de los peces,
mientras doblaban las campanas
de la ciudad alejada de la costa.
Recuerdas a la niña que,
bajo el cielo de domingos luminosos,
iba contigo en la barca,
su vestido de lluvia de primavera,
flores de la ribera entre las ondas de su pelo.

¿Por qué, papá, no vamos a misa
como los demás?, preguntaba ella
cuando ya los pensamientos
querían regalarle su luz reveladora.

Mira el albatros en el cielo,
allí está la cruz de mi templo;
contempla la espuma de las olas,
tal es la sábana de mi altar;
considera la mar que nunca termina,
son mis oraciones que ascienden a Dios;
esos panes de centeno floreciendo
entre los peces, son mi ofrenda de gratitud
y el alimento que sació a cinco mil bocas.

La niña miró con destellos de melancolía
las riberas distantes,
los molinos volteando en las colinas,
las cigüeñas bendiciendo los campanarios.
Apúrate, papá, llévame con ellos.

Te damos gracias, pescador,
porque lo hiciste.
Quitaste de sus horquillas los remos,
los uniste cruzados
y el sol brilló en sus extremos.
Escúchame, Dios que te escondes en la mar,
condúcenos a buen puerto,
no permitas que mi hija desconozca
las cosas que yo no aprendí,
déjame solo en la mar y evita
que yo sea causa de infelicidad
para un alma que se está abriendo
a la vida.

Y así fue en lo sucesivo.
En otros domingos de fiesta,
el cesto iba vacío,
la barca tan silenciosa
como el paso de las nubes,
su hija bajo las campanas de la lejanía.
¿Cuándo vendrás a buscarme, pequeña?
No verás que yo me mueva
de nuestro templo de las olas azules.


Plaza de San Vicente de Paúl, Madrid, domingo 18 de diciembre de 2016

Por Julián Esteban Maestre Zapata (el jardinero de las nubes)


1 comentario:

judith dijo...

bellisimo. Una maravillosa oracion. Saludos desde Venezuela.