Abrí las puertas del tiempo, y no quise mirar atrás. La caja de cartón que fuera clausurada años atrás, exhumó sus más escondidos secretos. Aparecieron las viejas cartas amarillentas, y en la hora del ocaso mi alma se vio sacudida por un débil pálpito de nostalgia. Estas cartas las escribieron y las miraron ojos de cielo, de agua y de tierra. Todos desaparecidos ya del horizonte de mi vida. La amistad perdida era una herida que ya parecía cicatrizada. No quise sufrir por nada que no tuve. Era la hora del ocaso, y encontré un asomo de paz, contemplando el brasero que el sol formaba sobre las desmadejadas nubes de occidente. Mis dedos acariciaban las cartas. Mis pensamientos buscaban un modo de vadear el caudaloso torrente de las lágrimas.
Ojos de mirada de cielo. Había descampados en tus frases, y brillaban en los mismos las hogueras de San Juan y se levantaba el olor de las sardinas asadas en los solares nocturnos. Me conociste epistolarmente, cuando me mostraba menos humilde que ahora. Me decías las cosas que según tú me merecía, y alguna vez me tomaste de pantalla y pensaste en mí cuando de ordinario no pensabas en mí. Nunca te dije nada, porque el rechazo iba a ser seguro. No era como tú esperabas, y la amistad acabó disipada como la fina hilatura de la niebla entre el calor del mediodía. ¿Perdimos o ganamos?, nunca lo pensé. No era mi cuerpo tu modelo de cuerpo; no era mi personalidad tu modelo de personalidad... Si yo me escondiera entre las sombras, no vendrías a buscarme. No buscarías mi saludo. Y soñé una vez contigo, cierta noche de enero de 1991, cuando ya llevaba varios años sin pensar en ti. Tus cartas surgieron de la caja olvidada. Cerré los ojos, quise imaginar y tu vida no salió de la niebla. Era mejor seguir olvidando.
Ojos de mirada de mar. Y el mar también podría ser una idílica extensión de hierba. La ausencia del tiempo conjugada con la ausencia del espacio. Buscabas el cariño, y mi mala letra no te disuadió de seguir buscándolo. Fue importante sentir lo que me impulsaba a abrir el buzón a cada dos por tres. Aquí están las cartas, las postales lejanas. Los aires de un cielo más fresco, la fragancia de una tierra más verde. Surcar las espumas del mar de la bruma, y coronar el encuentro. Los salones solitarios, los bailes sin música. La esperanza remozada a golpe de escritura. No quise ver lo que ocurría cuando el desencuentro se disolvió en las cercanías de la canícula. Las cartas dejaron de ser importantes, y el color del mar, el color de la esperanza, se mudó en opaca estela de plomo. Y decían en lugares conocidos, y hasta en las bocas de metro, que yo era bien parecido. ¿Acaso fue eso importante? Las cartas de ojos de mar mintieron, la vida misma mintió..., mintió por completo. Y si en el derroche de luz no se encontraba la alegría, en la sombra del recogimiento se hallaría el consuelo. Los relojes de arena se vaciaron incansablemente hasta la hora de volver a encontrar tus cartas. Ya la bombilla azulada horadaba la penumbra de la tarde del hallazgo. No pensar en lo impensable; no soñar con lo que no tiene despertar. Si permaneces en las frías cavernas del olvido, es mejor que no me adentre en tu búsqueda; es mejor olvidar lo que una vez fuera inolvidable.
Ojos de tierra profunda. Tus cartas llenas de dibujos de flores y pájaros y de una soledad aún mayor que la mía. Buscabas el faro en la tormenta, la esperanza incumplida, el arco iris de la lluvia, la rosa en la brecha de la muralla, la estrella que encubre el fulgor de la luna, el prado reluciente de rocío..., en fin, la vida maquillada de felicidad. Buscabas lo que yo no había encontrado, y tu dulzura se invistió de cimeras de exigencia. Tus lágrimas helaron los arroyos y avivaron las brasas de mi descontento. He aquí la nube que antaño fuera corpulenta. Sopló el viento de primavera y ante nuestros ojos la nube fue menguando, se hizo esponjosa y liviana y su transparencia se esfumó en el azul del cielo. Los clavos de la puerta acumularon la herrumbre del tiempo y la costumbre. El silencio soltó sus gritos, y desaparecieron en el color profundo de la tierra. Las cartas huyeron a esconderse en el adiós de la caja olvidada.
Se presentó la tarde de este año distante. Me asomé al abismo de mi vida, arrugué los labios y solté el suspiro que antaño fuera dolor. No sufras, corazón indomable y agotado, por el polvo de estas cartas rescatadas de la tumba de tu vida. La noche ha llegado, y el viento sacude las ramas que pierden sus hojas. Lo has olvidado, lo has amputado, y tus pensamientos ya no son altaneros. La luz de las estrellas riega tus cabellos, y la pasión de tu alma palidece como el vuelo de una luciérnaga en la espesura de tu jardín de niebla. De tu cuerpo brotan las heridas como las cuentas de un rosario. El tiempo ara tu frente y los contornos de tus ojos. Que tu cabeza deje de estar humillada, que tus ojos permitan el paso a la luz de la luna. Has vivido, y tu vida no cabe en una caja de cartón. Se secaron los arroyos de las lágrimas, y su lecho ahora lo esmaltan las flores de la esperanza no esperada. El viento silba en la ventana, y la hiedra florecerá en primavera ante tus ojos de mirada gastada.
Otra vez escondidas, cartas del olvido. Donde os vi, os volveré a dejar.
El jardinero de las nubes.
Ojos de mirada de cielo. Había descampados en tus frases, y brillaban en los mismos las hogueras de San Juan y se levantaba el olor de las sardinas asadas en los solares nocturnos. Me conociste epistolarmente, cuando me mostraba menos humilde que ahora. Me decías las cosas que según tú me merecía, y alguna vez me tomaste de pantalla y pensaste en mí cuando de ordinario no pensabas en mí. Nunca te dije nada, porque el rechazo iba a ser seguro. No era como tú esperabas, y la amistad acabó disipada como la fina hilatura de la niebla entre el calor del mediodía. ¿Perdimos o ganamos?, nunca lo pensé. No era mi cuerpo tu modelo de cuerpo; no era mi personalidad tu modelo de personalidad... Si yo me escondiera entre las sombras, no vendrías a buscarme. No buscarías mi saludo. Y soñé una vez contigo, cierta noche de enero de 1991, cuando ya llevaba varios años sin pensar en ti. Tus cartas surgieron de la caja olvidada. Cerré los ojos, quise imaginar y tu vida no salió de la niebla. Era mejor seguir olvidando.
Ojos de mirada de mar. Y el mar también podría ser una idílica extensión de hierba. La ausencia del tiempo conjugada con la ausencia del espacio. Buscabas el cariño, y mi mala letra no te disuadió de seguir buscándolo. Fue importante sentir lo que me impulsaba a abrir el buzón a cada dos por tres. Aquí están las cartas, las postales lejanas. Los aires de un cielo más fresco, la fragancia de una tierra más verde. Surcar las espumas del mar de la bruma, y coronar el encuentro. Los salones solitarios, los bailes sin música. La esperanza remozada a golpe de escritura. No quise ver lo que ocurría cuando el desencuentro se disolvió en las cercanías de la canícula. Las cartas dejaron de ser importantes, y el color del mar, el color de la esperanza, se mudó en opaca estela de plomo. Y decían en lugares conocidos, y hasta en las bocas de metro, que yo era bien parecido. ¿Acaso fue eso importante? Las cartas de ojos de mar mintieron, la vida misma mintió..., mintió por completo. Y si en el derroche de luz no se encontraba la alegría, en la sombra del recogimiento se hallaría el consuelo. Los relojes de arena se vaciaron incansablemente hasta la hora de volver a encontrar tus cartas. Ya la bombilla azulada horadaba la penumbra de la tarde del hallazgo. No pensar en lo impensable; no soñar con lo que no tiene despertar. Si permaneces en las frías cavernas del olvido, es mejor que no me adentre en tu búsqueda; es mejor olvidar lo que una vez fuera inolvidable.
Ojos de tierra profunda. Tus cartas llenas de dibujos de flores y pájaros y de una soledad aún mayor que la mía. Buscabas el faro en la tormenta, la esperanza incumplida, el arco iris de la lluvia, la rosa en la brecha de la muralla, la estrella que encubre el fulgor de la luna, el prado reluciente de rocío..., en fin, la vida maquillada de felicidad. Buscabas lo que yo no había encontrado, y tu dulzura se invistió de cimeras de exigencia. Tus lágrimas helaron los arroyos y avivaron las brasas de mi descontento. He aquí la nube que antaño fuera corpulenta. Sopló el viento de primavera y ante nuestros ojos la nube fue menguando, se hizo esponjosa y liviana y su transparencia se esfumó en el azul del cielo. Los clavos de la puerta acumularon la herrumbre del tiempo y la costumbre. El silencio soltó sus gritos, y desaparecieron en el color profundo de la tierra. Las cartas huyeron a esconderse en el adiós de la caja olvidada.
Se presentó la tarde de este año distante. Me asomé al abismo de mi vida, arrugué los labios y solté el suspiro que antaño fuera dolor. No sufras, corazón indomable y agotado, por el polvo de estas cartas rescatadas de la tumba de tu vida. La noche ha llegado, y el viento sacude las ramas que pierden sus hojas. Lo has olvidado, lo has amputado, y tus pensamientos ya no son altaneros. La luz de las estrellas riega tus cabellos, y la pasión de tu alma palidece como el vuelo de una luciérnaga en la espesura de tu jardín de niebla. De tu cuerpo brotan las heridas como las cuentas de un rosario. El tiempo ara tu frente y los contornos de tus ojos. Que tu cabeza deje de estar humillada, que tus ojos permitan el paso a la luz de la luna. Has vivido, y tu vida no cabe en una caja de cartón. Se secaron los arroyos de las lágrimas, y su lecho ahora lo esmaltan las flores de la esperanza no esperada. El viento silba en la ventana, y la hiedra florecerá en primavera ante tus ojos de mirada gastada.
Otra vez escondidas, cartas del olvido. Donde os vi, os volveré a dejar.
El jardinero de las nubes.
9 comentarios:
Me he quedado sin palabras.
Podría decirte tantas cosas… esa caja no debe abrirse más porque lo que fue jamás retornara para darnos felicidad, los recuerdos siempre nos traen pena y lagrimas, ahora es tiempo de risas, que Dios te bendiga.
Besos
te visito otra vez en tu blog porque me gusta como complementas el mismo texto con tus lindas imagenes. Si es cierto, hay cartas que uno conserva y esta llena de recuerdos. Siempre es bueno recordar nuestros mas bellos recuerdos, pero cuando no ayuda hay que avanzar. un abrazo
Las imágenes antiguas asi como las cartas guardadas durante tiempo en una caja que no se ha abierto....tienen un halo de melancolía pero también de encanto.
Siempre que nos transporten a un lugar del que formamos parte es algo positivo. Asi como entender lo que la vida te da y a quien te pone en ella, asi como lo que también te quita....
A veces es mejor no jugar en la herida y dejar que las cosas sigan en resposo porque el pasado es importante pero más aun el futuro, mirando al frente y con la cabeza erguida.
Un abrazo, jardinero.
Me ha parecido leer un trozo del diario de tu vida y ha sido grato.
Bueno, yo también me he quedado sin palabras. Eres como un acuarelista de las letras. Tu pluma es de oro. Te felicito.
Gracias por compartir esta entrega tan bella. Un gusto leerte!
Abrazos y feliz día.
Bye bye
Ah! Lo olvidaba. Aún soy algo nueva en esto de los blogs y sé que hay algunos que no aceptan las tradiciones de premios, pero bueno, me han otorgado tres premios y he decidido a su vez compartirlos con mis seguidores y comentaristas. Esto te incluye, aunque no te los traigas, queda válido el reconocimiento.
Bye bye
Sublime. Merece el escrito leerlo y releerlo pues si en la primera lectura te quedas sin palabras, en las siguientes llegas a sentirlo y a través de la meditación te das cuenta que todos tenemos una caja (la del recuerdo); donde albergamos nuestros vivencias, nuestra nostalgia ....
Muchos de nosotros, casi seguro, hemos tenido en nuestra vida, o hemos sido en la vida de otros: mirada de mar, mirada de cielo o mirada de tierra. Sin embargo, ésa relación vivida desde cualquier perspectiva, ha hecho de nosotros a nosotros mismos.
"La amistad perdida era una herida que ya parecía cicatrizada", si hay cicatriz hubo herida, si ésta existió, hubo dolor y sólo duelen las cosas que de verdad importan, y todo aquello que un día fue importante para nosotros debemos dejarle siempre un hueco en nuestra vida... "parecía ya cicatrizada", yo no quiero que mis COSAS cicatricen hasta llegar al olvido, de las cicatrices se sacan también muchas lecturas.
Gracias.
Gracias, amiga Sonrisa, no tengo otro conducto para agradecértelo que mi propio blog.
Un abrazo emocionado.
Simplemente me quito el sombrero... por la belleza de sus palabras ... GRACIAS por hacernos disfrutar con sus relatos...
Un abrazo enorme
CCH
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