En
este caso, se trató de una búsqueda altamente difícil. Reunir un grupo de gente
fiel a toda prueba llevó más tiempo del esperado.
Después
se planteó el problema de hallar un lugar donde llevar a cabo el necesario
adiestramiento. Se dio la circunstancia de que Arsenio Corchado, uno de los
compañeros de Barrientos, era aficionado al tiro al blanco y a este efecto
disponía de una finca boscosa en la provincia de Castellón, muy cerca del
inquietante santuario de la Balma, la cual era conocida con el sugerente nombre
de Fuente el Sauce.
Corría
el verano de 2011, y se reputó impostergable conducir los alistados a la citada
finca, ya que el inicio de las acciones se preveía para el siguiente otoño.
Barrientos
sufrió lo indecible para convertir en soldados a ese heterogéneo grupo de
profesores y funcionarios acomodados. Primero hubo de atender a la
imprescindible instrucción física, cosa en la que muchos presentaban serias
deficiencias. Pero al final se pudo lograr unos aceptables niveles de agilidad,
rapidez y reflejos fulminantes por parte de los integrantes del futuro comando.
La
auténtica dificultad devino con el uso de las armas. Pese a que la Guardia
Civil estaba puesta en antecedentes de las prácticas deportivas de tiro al
blanco que desde antaño se llevaban a cabo en la finca, no podía por menos de
suscitar sospechas el hecho de haber pasado de un solo practicante a casi un
batallón de ciento cincuenta personas. Hubo que hacer, por tanto, las cosas por
la vía legal, a cuyos efectos el grupo se estableció como un club particular de
tiro al blanco. Lo peor fue asignarles certificados y permisos a los fusiles
que habían sido encontrados en el sótano de la catedrática Canales. Aquí fue
preciso hacer uso de las habilidades de José Carlos Rubio en tanto que
falsificador de documentos; extendió unos certificados y unas licencias que
podrían pasar por válidos a los ojos más suspicaces, y no eran necesarios mayores
quebraderos de cabeza, por cuanto el destacamento cercano de la Guardia Civil
no iba a hilar más fino en esta cuestión, teniendo en cuenta que el propietario
de la finca (presidente a la sazón del ficticio club de tiro al blanco) era
sobradamente conocido y bien considerado en la comarca.
El
verano fue largo e intenso. Las mañanas se solapaban con las tardes, y las
noches se hacían extraordinariamente cortas por el cansancio acumulado. Pero al
final el trabajo invertido rindió sus frutos: Barrientos había conseguido
formar un comando de combate en mitad de las soledades de Fuente el Sauce.
Todos habían domado sus cuerpos y adquirido una inusitada destreza en el manejo
de los fusiles Enfield… Ahora el tan
ansiado cambio podría llevarse a
efecto con las debidas garantías.
-Ya
estamos preparados –le dijo Barrientos a la catedrática Canales a principios
del curso escolar 2011/2012.
-Pues
ahora hay que aguardar a que la oportunidad se presente –sentenció ella.
El inicio del curso fue caótico en extremo.
Invocando el fantasma de la tan cacareada crisis económica, se aumentó el
horario del profesorado funcionario de la Comunidad de Madrid en dos períodos
lectivos más. Las consecuencias no se hicieron esperar: más de un millar de
profesores interinos acabaron engrosando las listas del paro, los profesores
funcionarios vieron mermadas sus posibilidades de ofrecer una enseñanza de
calidad y muchos de ellos se encontraron con sus plazas suprimidas, lo que les
obligaba a incómodos traslados y adaptaciones. A todo esto, desde el mismo
gobierno de la comunidad autónoma, se predispuso a la población en contra de
los profesionales de la enseñanza, sembrando el bulo de que sólo trabajaban
veinte horas semanales mientras que el resto de los trabajadores fácilmente
doblaban esta cantidad. Aunque luego hubo retracciones, el mal se dio por
hecho: de cara a la opinión pública los profesores quedaron como un hatajo de
vagos y privilegiados y nadie se creía que trabajaran en realidad más de veinte
horas, teniendo en cuenta otras labores al margen del cometido estrictamente
docente. La indignación bullía en los principales sectores de la educación
pública. La marea verde se adueñó de las calles de Madrid, pero las
subsiguientes huelgas y reivindicaciones cayeron en saco roto.
Las
elecciones generales del 20 de noviembre marcaron un cambio en el gobierno de
la nación, como era de esperar habida cuenta de la suma incompetencia del anterior
Ejecutivo. Primero se abrió un paréntesis para la expectación, y luego se
impuso la incertidumbre, sin obviar la esperanza para los más optimistas.
El
grupo de Barrientos recibió la noticia del cambio de gobierno con cierta
perplejidad, pese al más que previsible resultado de las urnas. En una de sus
asambleas en el Parque del Retiro, sacaron a colación las previsiones
políticas, al margen de las económicas.
-La
situación no puede pintarse más desastrosa para nosotros –sostenía Carlos
Dueñas, un director de instituto conocido por sus inclinaciones izquierdistas-.
El gobierno de la comunidad autónoma va a recibir el apoyo del nuevo Ejecutivo
Nacional. Éste todavía no se ha constituido, por lo que hay que tener presente
que lo que haya de hacerse tendrá que ser sin más demora.
Barrientos
y la gente de su instituto fueron de un mismo parecer.
-Sólo
es necesario buscar la oportunidad más inminente –prosiguió Carlos Dueñas,
acariciándose la poblada barba.
-Hay
algo que sería conveniente que considerásemos –apuntó la catedrática Canales.
-Tú
dirás.
-Parece
que representantes de todas las consejerías de educación tienen previsto
celebrar un simposio en la Universidad Laboral de Gijón. Concretamente, el
jueves 22 de diciembre.
-Justo
el día del sorteo navideño de lotería –susurraron algunas voces.
-Entonces
sugiero que se prepare un operativo con el fin de que las administraciones
educativas se retracten de sus absurdas políticas de recortes –prosiguió la
doctora Canales-. El evento de Gijón sería una inestimable oportunidad para
llevar nuestros propósitos a la práctica.
A
todo esto, Elvira Villavieja, una profesora de tecnología, arrojó la siguiente
reflexión:
-¿Habéis
pensado seriamente lo que ocurrirá después? ¿Qué será de los que participen en
la medida coercitiva, a efectos de lograr que se tome verdaderamente en serio
la defensa y garantía de la educación pública? ¿Lo habéis pensado con
detenimiento?
Numerosos
suspiros cundieron entre todos los integrantes del grupo. Barrientos, haciendo
gala de su más que probado valor, manifestó:
-Estoy
dispuesto a sacrificarme por el bien de nuestra causa. No tengo nada que me ate
al mundo, nada que pueda perder. Si se necesita un mártir, deseo presentarme
voluntario.
-Lo
ideal es que hubiera un grupo de gente que fuera del mismo parecer –aclaró
Carlos Dueñas-. El comando ya está constituido y formado. ¿Cuántos de sus
miembros estarían dispuestos a asumir semejante sacrificio?
Al
final se estimó que el grupo que se había entrenado en la finca de Fuente el
Sauce quedaría reducido a un número prácticamente insuficiente para acometer la
acción requerida; haciendo valer cierto optimismo, podría contarse con unos ochenta
miembros a lo más.
-Bueno, habrá que empezar a planificar –dijo
Barrientos.
No
podía ocultar su decepción. A la hora de la verdad, eran muy pocos los
dispuestos a jugarse el todo por el todo, después de que se hubieran embarcado
en la aventura de la formación y adiestramiento del comando. Las posibilidades
de salir airosos eran francamente remotas, y sólo los que veían la vida con
palmaria indiferencia estaban preparados para hacer de la utopía un sueño
presto a desvanecerse a los primeros albores de la mañana.
La
asamblea del Parque del Retiro se disolvió sin más. Se acordó reunir a los
implicados en la inminente operación para organizarse y diseñar los planes
pertinentes.
Arsenio
Corchado y Diego Barrientos paseaban por la Cuesta del Moyano. Estaban inmersos
en sus pensamientos; no les llamaban la atención los puestos y tenderetes de
los libreros. Eran conscientes de que posiblemente, de ahí a poco, no les fuera
permitido gozar de las dulzuras de un pacífico paseo.
-Diego,
¿no tienes la sensación de que somos como ovejas camino del matadero? –preguntó
Arsenio Corchado.
Barrientos
aspiró una honda bocanada de aire, y dijo por fin:
-La
derrota siempre precede a la derrota…, pero nunca se sabe qué es lo que precede
a la victoria.
CONTINUARÁ…
Julián
Esteban Maestre Zapata (el jardinero de las nubes).
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