domingo, 9 de noviembre de 2014

Comienzos y descripción

Hemos iniciado un nuevo curso en el Taller de Escritura Creativa, en la Biblioteca Pública del Estado de Ciudad Real, a cargo nuevamente de Cristina Serrano. Se ha incorporado mucha gente nueva. En la primera sesión, correspondiente al 5 de noviembre, trabajamos los comienzos de los relatos, que se pueden abordar desde varias perspectivas: Sentidos, Reflexión y Deseos Ocultos. Cristina nos dio unos diez minutos para hacer nuestros propios comienzos. En mi caso, éstos son los textos que produje:

SENTIDOS
¡No puedo! Se me forma arena en la boca, el bolo no quiere bajar por la garganta, hay martirio en las papilas gustativas y la sangre huye de la lengua. ¡No puedo, no me obligues! Crueldad de ajos y cebollas que se han soltado de la rienda, líquido infame que sabe como la cicuta cocida, gránulos atravesados como hormigas asesinas. ¡Por favor, no me hagas comerme tus lentejas!





REFLEXIÓN
Era el mismo lugar, la misma puerta, la entrada comunicando con la salida. La temía al principio, ahora la venero, buscando su espejismo de reposo y consuelo. No recuerdo el temor del principio, pero el tan temido final me ha encontrado, y nada ha cambiado. Está aquí, ya ha venido, la palabra “fin” ha sido escrita.






DESEO OCULTO
Llegué a la mitad del ferial. La noche se vistió de lentejuelas y fuegos que nacían en el cielo sin arder. El gentío estaba en todo su apogeo. El abrigo me sobraba. Un policía se quedó absorto mirándome, como si supiera lo que yo iba a hacer. Era el mes de agosto y ya estaban avanzadas las cabañuelas. ¡Lo hice! Me arrebaté el abrigo, y los ojos del gentío se sumaron a las miradas del policía. Mi única prenda era el abrigo… y la había perdido.



Acto seguido, abordamos la cuestión de las descripciones. Cristina nos leyó este microrrelato titulado “La coleccionista”, de Isabel González:

La niña coleccionaba arena. Aislaba cada granito aislado, lo cogía con una pinza y los guardaba en un vaso de vidrio. Había miles de átomos de coral, cientos de pizcas de nácar y quién sabe cuántas partículas de cuarzo geminado albergaban sus recipientes. La gente venía de lejos a contemplar su exposición. Ella les asignaba un número y ellos transitaban los pasillos hasta que de repente, pegaban la nariz a tal o cual vaso y acariciaban extasiados la superficie del cristal. “¿Qué les ha parecido?” – les preguntaba al salir - “Son unas vasijas preciosas”, contestaban los visitantes.
La niña apuntaba en su cuaderno “trescientos cuarenta y un mil… “ Era magnífica su colección de idiotas.

Nos pidió que reformulásemos este relato descriptivo en forma de diálogo, en un espacio no superior a cinco minutos. En mi caso, mi contribución fue la siguiente:


LA COLECCIONISTA
–Sí, yo lo veo aquí. Arenisca de luz, cuarzo de cuchillo, pizarra de nube preñada de tormenta, esquistos de ladera incendiada. Tu colección es interesante.
–Sí señor –respondió la niña tragándose la sonrisa.
–Ahora, prueba a vaciar las vasijas.
–¿Por qué, señor? –la niña se quedó pálida de asombro.
–Hazlo, por favor.
Al final accedió a ello. Los distintos fragmentos de arena se dispersaron por el suelo.
–Bien –dijo el hombre suspirando de alivio–. Me encantan las vasijas. ¿Son de cristal de Murano?
La niña escribió en su cuaderno: “el primero que me hace parecer una idiota”.




Julián Esteban Maestre Zapata (el jardinero de las nubes).
Safe Creative #1411092502201

No hay comentarios: