Parece que con el
transcurrir de los años la Navidad adquiere un cariz comercial y consumista. Las
tiendas y grandes superficies cada vez adelantan más sus calendarios navideños.
Se encienden luces, se decoran árboles, se arman belenes, para que la Navidad
sea un espectáculo atractivo, para que las celebraciones sean lo más onerosas
posible, para que las reuniones de familiares y amigos lleven implícitas una
razón de consumo.
A mí
particularmente me gusta la estética navideña, y el consumo dentro de unos límites
moderados. La Navidad es una celebración, y es importante recordar lo que se
celebra: una familia con escasos posibles moviéndose en medio del frío de la
noche, una jovencita a punto de dar a luz, todas las posadas del pueblo
ocupadas, sólo un establo disponible y un sencillo pesebre para acoger a la
esperanza del mundo. Nada más humilde y alejado de las tendencias consumistas,
pero que hizo que los cielos prorrumpieran en gozo. Ésta es la historia que nos
han contado; cada cual en su corazón debe decidir si fue verdadera o no. En mi
caso, quiero creerlo.
La Navidad para mí
es sinónimo de familia. Ya fallecieron mis padres y mi hermana (mi madre, este
año). La casa del pueblo, escenario de mis navidades infantiles, ahora sólo
tiene el silencio de mis emociones y recuerdos. Cada vez que abro la puerta,
alzo una persiana, me siento en una silla, se me representan los ojos luminosos
y la sonrisa de mi hermana, la bondad de mi padre, la laboriosidad de mi madre…
Os habéis ido de mi vida, y allá donde estéis (si es que estáis en alguna
parte, como yo así espero), quiero deciros que os recuerdo y que celebraré en
vuestra memoria las navidades que me queden hasta reunirme con vosotros, siempre con la alegría del
nacimiento de la esperanza para el mundo. El amor silencioso puede llenar una casa
vacía. Hay objetos vuestros, ropas que os pertenecieron. Todavía, mamá, hay una
bata que conserva tu fragancia. Perdonadme si no conseguí ser mejor hijo y
hermano, si no os dije con palabras lo mucho que os quería; a pesar de eso, mi
conciencia descansa porque mi sentimiento fue verdadero.
Deseo a todos los
que pasen por este blog una Navidad feliz y todo lo que venga después. No se
les ocurra dar margen a la tristeza, alégrense mucho; aunque los problemas
permanezcan, la Navidad es tiempo de milagros, y no hay mayor milagro que la
alegría del corazón. Siempre habrá motivos para la melancolía, pero para la
alegría puede quedarnos uno de los mayores motivos… la Navidad… el amor... Dios, en una palabra.
Julián Esteban
Maestre Zapata (el jardinero de las nubes).
6 comentarios:
Me encanta la Navidad, aunque también son días tristes porque siempre nos falta alguien importante en nuestra vida, me gusta estar con la familia, preparar las cenas, poner el belén,cada año un poco más grande, recordar navidades pasadas
Pensare en ti y tu familia,y os deseo unas muy felices Navidades.
Muchos besos, tu prima Mayte
Gracias, Mayte. Somos de la familia. Pensaré en vosotros como siempre he pensado. Un abrazo muy grande.
Estimado Julián, se acercan días de melancolía por los recuerdos de aquellos que ya nos están y que fueron nuestro espejo. Sin embargo, esa melancolía la vamos a transformar en consuelo al saber que siguen estando en nuestro corazón y que desde donde estén, como dices, nos estarán guiando para que cada día seamos mejores personas y para que jamás olvidemos a quienes nos dieron todo sin pedir nada a cambio. Amigo, como siempre un fuerte abrazo y que la felicidad siempre esté contigo y con tu familia.
Gracias, José Víctor. Igualmente deseo a ti y a tu famllia unas felices fiestas, que todos nos merecemos un piquito dealegría. Un gran abrazo.
Al leer el mensaje navideño de este año, querido Juián, el sentimiento me ha embargado. Que los buenos recuerdos os acompañen en estos días familiares.
Un fuerte abrazo
Antonio
Gracias, Antonio. Un abrazo con mis mejores deseos para estas fiestas y feliz regreso a Francia.
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