martes, 25 de agosto de 2015

Algo que es mejor no leer


Verdaderamente, me pasé la vida temiendo la soledad. De bebé no quería que me soltaran de los brazos, me daban miedo los cielos profundos, las débiles luces del pueblo nocturno, la nieve tocando las ventanas de la casa de balcón de Manzanares. Aprendí a caminar, y me era imposible soltarme de ninguna mano. Mi mundo lo constituían mis padres, mi hermana, mis tíos y mis primos, nunca estaba solo entre las paredes que me rodeaban. Vinieron los otoños, desaparecieron las hojas, las nubes se pintaron de un azul de frialdad, la lluvia cayendo en los adoquines de basalto. Mi casa tenía una chimenea con una lengua de humo. Algunos chicos encontraba en la calle, creo que sonreí en aquellos momentos. Yo era el más pequeño de mi casa. Me hice adolescente, y perdí el contacto con mi hermana y mis primos; eran mayores que yo, no podía ir adonde ellos iban; debía buscarme un camino apartado del suyo. Tener un millón de amigos es importante, pero mi adolescencia acabó en una pobreza de compañía. Me lo han dicho hoy mismo, no fueron fáciles mis pasos por esa senda solitaria. Y en un recodo de la misma, di con Dios. Tenía que creer sin pedir pruebas, y de un modo diferente a los demás, sin necesidad de integrarme en comunidades que dieran un vuelco a mi soledad. Venga Biblia que te crió, Dios es la luz que hace hermosa la soledad. Entonces me sobraban los años para esperar un futuro diferente, para acercarme en edad a los que eran mayores que yo, para hacer cierta la canción del millón de amigos. La vista me funcionó, y si yo no sabía hablar, al menos aprendí a leer. Hace una semana viste los libros, querida prima, y sentiste la emoción que me embargaba en aquellos apartados años.

Ahora soy un  hombre que maduró con los frutos aún sin caer de la rama, y aprendí que la única  esperanza que no defrauda es no esperar nada de nadie y recibir con corazón sencillo y alegre los buenos momentos que la vida te dé. ¿Dónde quedó Dios, es necesario creer en Él? Cuando no se encuentran pruebas, es difícil aventurar un juicio. Dejar de creer es más doloroso que pretender llenar un océano sin agua. Se secó el árbol de las oraciones. Empiezas a perder todo lo que creíste ganar.

Bien, la soledad no es tan mala después de todo. Porque vienen pensamientos que te hacen ver que haber creído no supuso querer peinar el viento, que no hay que buscar lo que no se ha perdido. Un cofre de esmeraldas es la familia, yacía en el fondo del mar, y lo has recuperado. Sigue creyendo en mí, oyes en la oscuridad, no me dejes, no me olvides, anduviste un largo camino conmigo; no me eches de tu vida.

Se acabaron las culpas, y rompiste el libro de las deudas. Lo que te quede de vida, trata de averiguar lo que se esconde tras la única palabra capaz de decirlo todo. AMOR.


Julián Esteban Maestre Zapata (el jardinero de las nubes).


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1 comentario:

Anónimo dijo...

Es un escrito triste, muy conmovedor (no pude resistir de dejar este commentario) pero yo me pregunto, si es mejor no leer, entonces pq publicarlo?

Mi commentario es solo eso, perdona. Aunque yo sigo con lo mio .....................