Una
vez, hace muchísimos años, tuve entre mis manos un libro titulado "España
a vista de pájaro". Las fotografías que allí aparecían eran realmente
soberbias, pero mis ojos se detuvieron en la correspondiente a Ronda, esa
hermosa ciudad encerrada entre sierras de la provincia de Málaga. La plaza de
toros casi rozando el borde del abismo, el puente de inmensa factura colgado en
el mismo aire, los palacios de semblanzas morunas, las casas blancas... Durante
mi juventud, apenas si fui viajero. Los períodos vacacionales los pasaba en Aldea
del Rey, el pueblo de mi madre, y entonces sólo pude liberar un hondo suspiro;
era difícil que los hados se conjuntaran para que me fuera dado visitar Ronda
alguna vez.
Sin
embargo, la vieja querencia regresó por cauces insospechados.
A.E.W.
Mason (1865-1948), escritor y político británico, tuvo un tiempo en que gozó de
gran fama, sobre todo a raíz de la publicación en 1902 de su novela "Las
cuatro plumas", una historia repleta de pasión, heroísmo, soledad,
sacrificio y renuncia a las grandes esperanzas de la vida. Puedo asegurar, sin
rubor alguno, que es el libro que más veces he leído en mi vida, siempre
disfrutando de la agilidad de la pluma y la maestría de su autor, y que,
ineludiblemente, me llevó a tratar de conocer otros trabajos del mismo. En
España sólo se ha comercializado con cierta relevancia la mencionada novela,
habida cuenta de que es una historia que ha sido adaptada múltiples veces a la
gran pantalla. Pero de la demás producción novelística de A.E.W. Mason, apenas
si hay trascendencia.
Hará
unos 15 años, tras varias lecturas de "Las cuatro plumas", se me
avivó el deseo de leer más escritos de A.E.W. Mason. Enseguida comprendí que me
enfrentaba a una empresa en extremo ardua. Navegando en internet, me topé con
un título que enseguida estimuló mi imaginación: "Miranda of the
balcony", publicada en 1911. La escueta reseña que leí, por supuesto en
inglés, hacía referencia a una historia que prometía ser tan apasionante como
"Las cuatro plumas"... Una mujer de posición acomodada, de nombre
Miranda, que perdía en un naufragio a su marido, el capitán Warriner, pero
luego resultaba que éste no estaba muerto, y Miranda hacía esfuerzos por acudir
en su busca... Esto es todo lo que me fue dado leer, y sentí que mi deseo de profundizar
en la historia llevaba camino de convertirse en una obsesión. Tanto es así, que
yo mismo urdí una trama para esta novela: la ambienté en Bristol, el capitán
Warriner partía a los hielos de Terranova dejando en tierra a su mujer; el
barco naufragaba, sólo se salvaba un marino que regresaba a Bristol y daba
cuenta de la desaparición del capitán Warriner; tras un tiempo prudencial,
Miranda se casaba con un antiguo amigo, y al final, después de unos años, el
capitán Warriner reaparecía en Bristol, y, al enterarse de que su esposa estaba
felizmente casada y con hijos, se apartaba de su camino en un despliegue de
generoso sacrificio...
Entretanto,
el mercado en Internet fue ganando presencia con los años. Así pude hacerme con
una vieja traducción de "Miranda of the balcony" ("Miranda la
del balcón"). Devoré el libro en apenas dos días, y me di cuenta de que a
los elementos románticos que le había otorgado en mi imaginación, había que
añadir otros más sombríos: la traición, el chantaje, las ambigüedades en los
sentimientos, la esclavitud... Aun así, me apasionó la novela, si bien no en la
misma medida que "Las cuatro plumas".
"Miranda
la del balcón" tiene la particularidad de estar ambientada en Ronda,
ciudad de la que A.E.W. Mason demostraba un profundo conocimiento, aparte de
cariño, puesto que también aparecen referencias en otra novela suya titulada
"The crossed gloves". Me
sorprende que en la misma Ronda, Meca de escritores y poetas, no le hayan
rendido a este autor los debidos homenajes. Dudo que sea conocida allí
"Miranda of the balcony".
A
este libro, y al germen que me quedó de aquella fotografía contemplada en los
días de mi juventud, le debía el deseo incontenible de ver Ronda con mis
propios ojos. La vida avanza, los dolores aumentan y los horizontes se
estrechan. Si quería visitar Ronda, debía dar cumplimiento a esta querencia sin
más tardanza. A este respecto, era difícil cuadrar agendas con las mujeres de
mi familia, y concebí el proyecto de viajar solo a Ronda. Pero en verano, con
las altas temperaturas reinantes, esto era poco menos que una temeridad.
Durante
la última semana de junio de este año de 2017 se verificó una acusada bajada de
temperaturas. El martes 27 volvió a surgirme en la mente el nombre de Ronda, y
ya no me lo pensé: viajaría allí en el espacio de una semana, antes de que los
calores estivales se intensificaran.
Reservé,
pues, habitación en el Hotel Colón, situado en la calle del Pozo, número 1. La
reserva estaba hecha para la noche del 4 al 5 de julio.
El
viernes 30 de junio y el lunes 3 de julio tuve problemas con el navegador de mi
coche, hasta el extremo de que temí que me llevara a suspender el viaje, pues
sin las indicaciones del GPS no me veía capaz de llegar a Ronda. Pero en el
taller me actualizaron el software y la amenaza de quedarme sin viajar quedó
mitigada.
Trataré
de contar en sucesivos episodios mis impresiones de este viaje solitario, a
semejanza de los viajeros románticos tan celebrados en la misma Ronda. Ronda no
son sólo toros, bandoleros, vino y castañuelas... Ronda es el refugio de los
corazones dolidos por las decepciones de la vida.
Seguiremos.
CONTINUARÁ…
Julián
Esteban Maestre Zapata (el jardinero de las nubes).
1 comentario:
Impaciente por descubrir Ronda y las historias anexas que a buen saguro nos vas a hacer vivir.
Un abrazo, Julián
A. Morena
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