Había llegado a la edad en que sólo podía contar cuentos. Era agradable en su rostro la caricia del sol de otoño. Del lagar subía un delicioso aroma a miel de mosto.
Inclinó la cabeza hacia arriba, y abrazó con su mirada el aire sombrío de lluvia. Una nube le trajo un beso de agua. Unos ojos de niño le devolvieron el gozo de sus años perdidos.
–Ven mañana. Ahora me siento cansado –dijo el viejo.
–Mañana es hoy –respondió el joven–. Cuéntamelo ahora.
–¿Qué quieres que te cuente?
–Aquello que tú desees contarme.
El viejo abatió su mirada al suelo. Las hojas secas chorreaban haces de luz otoñal.
–Cuentan que un día desapacible florecieron las ramas de todos los árboles. Aún no se había fundido la nieve del invierno. «Os habéis adelantado, flores presuntuosas. No sois esperadas todavía.» Ellas se sintieron profundamente ofendidas, plegaron sus lindas corolas y no se las volvió a ver por primavera...
El viejo cerró sus labios de ceniza de leña. Lágrimas de agua tibia asomaron al borde de sus párpados.
–Eres viejo pero aún no has aprendido la lección –arguyó el mozalbete–. Los árboles más hermosos sólo muestran sus flores en invierno.
Y las lágrimas cedieron su puesto a la risa. El viejo no paró de contar cuentos.
El jardinero de las nubes.
7 comentarios:
Que bonito...
¿A quien no le han contado un cuento de pequeño y se ha quedado con la boca abierta?
Gracias amigo,por recordarme mi niñez,un abrazo.
Que bello cuento amigo mío, solo tú sabes contarlo así, como para recordarlo siempre, te extraño, y vengo a desearte una feliz navidad y un año aun mejor para ti con todo cariño.
Muchos cariños.
Rosario
Feliz Navidad, amigo jardinero te deseo de corazón. A. Morena
Azul
Realmente precioso, con tus palabras llegas a los corazones. ¡Que bonito recuerdo me despierta este cuento!.
Me recuerda aromas y tardes mojadas frente a la lumbre guardados por la memoria de la infancia.
Un abrazo
Jardinero, el icono que aparece en mi comentario es de mi hijo con su novia posando delante de un bonsái en nuestra exposición anual de Griñón. Tal vez has buscado en su blog y la has pinchado. Yo como te dije ya peino canas y éste se acerca a la treintena...Saludos fraternales, Antonio.
Es curioso como nos empeñamos en ponerle fecha y marcas a todo. Límites, tiempo, impedimentos prefabricados...
Por qué todo ha de tener un tiempo establecido? Por qué cada cosa ha de seguir una norma, sin poder escapar a ella..?
Hablamos de libertad y somos los primeros en poner barreras...y en tachar lo que no cumple las supuestamente lógicas reglas...
Un plazo para las flores?... una edad para sólo contar cuentos?... un tiempo para ser joven?
Etiquetamos de inapropiado lo que no se adapta a la mayoria... sin pensar que cada persona, cada cosa, cada flor...es un mundo dentro del mundo.. y que deberia concedersele la libertad suficiente para expresar su forma de ser, sentir, y vivir...como mejor le parezca, sin miedo a estar infringiendo nada... o sin peligro de sentirse discriminada ni rechazada, ni resultar ofendida... y a la postre triste, cansada, o apagada...
Cuando realmente quizá, lo considerado por tantos "ilogico" o fuera de tiempo, pueda resultar lo más bello, o lo mas valioso e interesante, o simplemente, lo más agradable...
Pero parece ser que lo "diferente" no gusta al rebaño...
Muy hermoso y emotivo relato, amigo mio...
Es bonito cuando alguien consigue que las lágrimas se tornen sonrisas...
Me encantan las flores de almendro...tienen un noseque especial... Son bellisimas... y las primeras en aparecer por mi tierra... Anuncian la vuelta del color a los campos.. Dan alegria a los ojos grises del invierno...
Bellas fotos... y mejores palabras...
Un abrazo, amigo Jardinero...
Nubbbe.
de verdad es una linda historia. Por eso dicen que los abuelos cuentan las mejores historias.
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