No he asistido, por diversas razones, a las dos últimas sesiones del Taller de Escritura Creativa. Pero estoy al corriente de lo que se está trabajando allí. En la sesión del pasado día 8 del mes en curso, se trató la técnica del microrrelato. Se propuso para casa la elaboración de un pequeño relato partiendo de la base de un refrán o proverbio. He aquí mi humilde contribución:
El
hombre capturó al ruiseñor en el nido. Lo llevaba siempre aprisionado en su
mano. No le permitía que volara. Era un ruiseñor, y no cantaba; los granos de
trigo que el hombre le metía por el pico, no le alimentaban; siempre tenía los
ojos tristes, y ningún pájaro los tiene. Pero el hombre pensaba que era mejor
que permaneciera en su mano. Así no se escaparía; así su canto, cuando lo
entonara, no se iría a otra parte.
¿Por
qué llevas a ese pájaro tan oprimido en tu mano?, le preguntaban al hombre sus
semejantes. Porque más vale tenerlo en la mano que con ciento volando,
respondía convencido de sus palabras.
La
desesperación le consumía. No dejaba de exigir al ruiseñor que cantase, pero la
lengua de éste permanecía quieta.
Ya
cansado de la espera, abrió su mano y dejó que el pájaro marchara con los
ciento que por el cielo revoloteaban. Un batir jubiloso de alas, un reencuentro
con el sol. El hombre quedó solitario y el pájaro se embriagó de libertad.
¿Por
qué has olvidado cómo se sonríe?, le preguntaban al hombre sus semejantes. Pero
el hombre no respondió a esta pregunta. Se encogió de hombros y se marchó a
lugares tan solitarios como su propia vida. Buscaba el amparo de las sombras.
Una
mañana regresó al mundo la primavera. Los árboles se nevaron de flores, las
nubes se hicieron rebaños diminutos. El hombre tenía los ojos cerrados. Fue
entonces cuando un tibio rumor acarició sus oídos. Era como el goteo de una
nota musical que cabalgara a lomos de la brisa rezumante. Un ruiseñor desgranando
su canto en la rama florida. El hombre abrió los ojos y lo reconoció.
Yo
te dejé ir porque ya no esperaba nada de ti. Ahora has regresado, y me das
libremente lo que antes te exigía secuestrando la hermosura de tu tiempo.
El
ruiseñor no cesaba de cantar, y su música se tornó luz de la tarde.
Que
mis manos estén vacías, que tus alas queden sueltas, que tu canto alegre mi
primavera.
El
ruiseñor ahuecó sus alas, y regresó a la mano del hombre. Una mano que jamás
volvió a estar cerrada.
Ciudad Real, 18 de abril de 2015.
Por Julián Esteban Maestre Zapata
(el jardinero de las nubes).
3 comentarios:
El cuento es hermoso sin duda y tiene enseñanza, o algun parecido a la letras de alguna canción creo, esta dice asi en parte; "No quieras que te quiera a la fuerza, nunca quieras a un amor aprisionar, nunca olvides lo que dice el refran, si lo amas tanto ponle alas, si regresa es que the ama y si no... ni pa'que llorar. Algo parecido a tu bonito cuento. Las cosas a la fuerza no funcionan. Un beso.
Las cosas no funcionan a la fuerza, aunque ese Ruiseñor de tu cuento regresó, me quedo claro que el que yo deje ir hace tiempo,no regresara.
Muchas gracias por tu comentario. Yo diría que la moraleja que subyace a este relato es que siempre hay que respetar las decisiones de quienes nos rodean. Aunque hacer ejercicio de la libertad suponga en ocasiones un dolor añadido, sólo el camino de la libertad es el que debe ser seguido, porque al final de dicho camino se encuentra la paz. Un abrazo y mi gratitud.
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