sábado, 18 de abril de 2015

La libertad del ruiseñor


No he asistido, por diversas razones, a las dos últimas sesiones del Taller de Escritura Creativa. Pero estoy al corriente de lo que se está trabajando allí. En la sesión del pasado día 8 del mes en curso, se trató la técnica del microrrelato. Se propuso para casa la elaboración de un pequeño relato partiendo de la base de un refrán o proverbio. He aquí mi humilde contribución:
  
El hombre capturó al ruiseñor en el nido. Lo llevaba siempre aprisionado en su mano. No le permitía que volara. Era un ruiseñor, y no cantaba; los granos de trigo que el hombre le metía por el pico, no le alimentaban; siempre tenía los ojos tristes, y ningún pájaro los tiene. Pero el hombre pensaba que era mejor que permaneciera en su mano. Así no se escaparía; así su canto, cuando lo entonara, no se iría a otra parte.
¿Por qué llevas a ese pájaro tan oprimido en tu mano?, le preguntaban al hombre sus semejantes. Porque más vale tenerlo en la mano que con ciento volando, respondía convencido de sus palabras.
La desesperación le consumía. No dejaba de exigir al ruiseñor que cantase, pero la lengua de éste permanecía quieta.
Ya cansado de la espera, abrió su mano y dejó que el pájaro marchara con los ciento que por el cielo revoloteaban. Un batir jubiloso de alas, un reencuentro con el sol. El hombre quedó solitario y el pájaro se embriagó de libertad.
¿Por qué has olvidado cómo se sonríe?, le preguntaban al hombre sus semejantes. Pero el hombre no respondió a esta pregunta. Se encogió de hombros y se marchó a lugares tan solitarios como su propia vida. Buscaba el amparo de las sombras.
Una mañana regresó al mundo la primavera. Los árboles se nevaron de flores, las nubes se hicieron rebaños diminutos. El hombre tenía los ojos cerrados. Fue entonces cuando un tibio rumor acarició sus oídos. Era como el goteo de una nota musical que cabalgara a lomos de la brisa rezumante. Un ruiseñor desgranando su canto en la rama florida. El hombre abrió los ojos y lo reconoció.
Yo te dejé ir porque ya no esperaba nada de ti. Ahora has regresado, y me das libremente lo que antes te exigía secuestrando la hermosura de tu tiempo.
El ruiseñor no cesaba de cantar, y su música se tornó luz de la tarde.
Que mis manos estén vacías, que tus alas queden sueltas, que tu canto alegre mi primavera.
El ruiseñor ahuecó sus alas, y regresó a la mano del hombre. Una mano que jamás volvió a estar cerrada.

Ciudad Real, 18 de abril de 2015.

Por Julián Esteban Maestre Zapata (el jardinero de las nubes).


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3 comentarios:

Anónimo dijo...

El cuento es hermoso sin duda y tiene enseñanza, o algun parecido a la letras de alguna canción creo, esta dice asi en parte; "No quieras que te quiera a la fuerza, nunca quieras a un amor aprisionar, nunca olvides lo que dice el refran, si lo amas tanto ponle alas, si regresa es que the ama y si no... ni pa'que llorar. Algo parecido a tu bonito cuento. Las cosas a la fuerza no funcionan. Un beso.

Anónimo dijo...

Las cosas no funcionan a la fuerza, aunque ese Ruiseñor de tu cuento regresó, me quedo claro que el que yo deje ir hace tiempo,no regresara.

El jardinero de las nubes dijo...

Muchas gracias por tu comentario. Yo diría que la moraleja que subyace a este relato es que siempre hay que respetar las decisiones de quienes nos rodean. Aunque hacer ejercicio de la libertad suponga en ocasiones un dolor añadido, sólo el camino de la libertad es el que debe ser seguido, porque al final de dicho camino se encuentra la paz. Un abrazo y mi gratitud.