NO RECOMIENDO SU LECTURA A MENORES DE 18 AÑOS NI A PERSONAS FÁCILMENTE IMPRESIONABLES
Salieron de la zona de los calabozos. Una pálida luz de procedencia casi desconocida iluminaba los escalones que conducían a la esperanza, lejos de ese antro de miseria y tormentos sin cuento. La tristeza que se había adueñado del alma de Teobaldo Oesterheld prendió una idea en su cerebro… Hizo que Pablo se detuviera, le despojó de la venda que cubría sus ojos a la verdad, se encaró con él y le dijo:
-¡Mirame, che! No dejés que se te olvide mi rostro… Jamás os traté mal, jamás quise participar en las torturas… Soy yo, no me olvidés.
Pablo se restregó los ojos, y forzó la mirada en la penumbra. Distinguió la fisonomía de un hombre que no era feliz pero que quería ser bueno. Le tomó la mano derecha con unción, y se la llevó a los labios.
-¡Nuestro bienhechor! Cuidá a mi Claudia y a todos los que quedan aquí… No los dejés solos con esos asesinos… ¡Salvalos!
-¡Callate, perejil, nos pueden oír arriba! –le instó Teobaldo Oesterheld, pronunciando con el borde de los labios-. ¿Vos no comprendés, che? Yo estoy solo en mitad de esos chacales.
-¡Salvalos! –insistió Pablo, con la mirada inflamada por las lágrimas.
Teobaldo Oesterheld notaba que el fluido lacrimal se contagiaba a sus propios ojos. Arriba estaban esperando y debía llevarles al prisionero sin más demora.
-Mi mujer me quiere ver en casa cada vez menos… Si hago lo que me pidés, no querrá verme más… Pero lo haré de todos modos –consintió al final.
Sin saber cómo, acabaron fundidos en un emotivo abrazo. Se escuchó el sonido de una gota al impactar sobre un charco de agua sucia.
-¿Vos cómo te llamás?
El interpelado respiró profundo, y dijo:
-Me llamo Teobaldo… Teobaldo Oesterheld.
-Nunca lo olvidaré –aseguró Pablo-. Oesterheld…, ¿no se apellida así el guionista del “Eternauta”?
CONTINUARÁ…
El jardinero de las nubes.
Salieron de la zona de los calabozos. Una pálida luz de procedencia casi desconocida iluminaba los escalones que conducían a la esperanza, lejos de ese antro de miseria y tormentos sin cuento. La tristeza que se había adueñado del alma de Teobaldo Oesterheld prendió una idea en su cerebro… Hizo que Pablo se detuviera, le despojó de la venda que cubría sus ojos a la verdad, se encaró con él y le dijo:
-¡Mirame, che! No dejés que se te olvide mi rostro… Jamás os traté mal, jamás quise participar en las torturas… Soy yo, no me olvidés.
Pablo se restregó los ojos, y forzó la mirada en la penumbra. Distinguió la fisonomía de un hombre que no era feliz pero que quería ser bueno. Le tomó la mano derecha con unción, y se la llevó a los labios.
-¡Nuestro bienhechor! Cuidá a mi Claudia y a todos los que quedan aquí… No los dejés solos con esos asesinos… ¡Salvalos!
-¡Callate, perejil, nos pueden oír arriba! –le instó Teobaldo Oesterheld, pronunciando con el borde de los labios-. ¿Vos no comprendés, che? Yo estoy solo en mitad de esos chacales.
-¡Salvalos! –insistió Pablo, con la mirada inflamada por las lágrimas.
Teobaldo Oesterheld notaba que el fluido lacrimal se contagiaba a sus propios ojos. Arriba estaban esperando y debía llevarles al prisionero sin más demora.
-Mi mujer me quiere ver en casa cada vez menos… Si hago lo que me pidés, no querrá verme más… Pero lo haré de todos modos –consintió al final.
Sin saber cómo, acabaron fundidos en un emotivo abrazo. Se escuchó el sonido de una gota al impactar sobre un charco de agua sucia.
-¿Vos cómo te llamás?
El interpelado respiró profundo, y dijo:
-Me llamo Teobaldo… Teobaldo Oesterheld.
-Nunca lo olvidaré –aseguró Pablo-. Oesterheld…, ¿no se apellida así el guionista del “Eternauta”?
CONTINUARÁ…
El jardinero de las nubes.
4 comentarios:
Azul
Tengo el alma encojida ante tal historia, y las palabras se ahogan ante tanta injusticia.
Alcemos la voz ante las injusticias
Un abrazo por ser tan valiente y fuerte
Te sigo
Sí, la puerta de la libertad se abría para Pablo, atrás quedaban sus amigoS, su novia y un hombre sombrío y temeroso que no savia decir NO, su miedo fue más fuerte que TODO … allí murieron muchos chicos, muchos inocentes, demasiado dolor, demasiado triste, pero la verdad siempre encuentra un camino para hacerse ver.
Besos
que te puedo decir. es un excelente trabajo el que has realizado dejando tanta emotividad a tus lectores. te seguire leyendo.un abrazo.
Me imagino el dolor de Pablo al dejar atrás a sus amigos, eran chicos, sólo chicos, ¿qué mente perversa pudo hacer lo que les hizo?. Un beso mi amigo. Magda
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