Hago la advertencia de que muchas de las opiniones aquí recogidas (sobre todo las relativas a la inmigración) no forman parte de mi ideario personal y sólo las utilizo con fines literarios, porque la realidad y el dramatismo de la historia así lo requieren.
Durante aquéllos días en el Parque de Santander, conoció a muchas personas en su misma situación y oyó muchas conversaciones a cuál más descorazonadora. La Crisis, el aumento del paro, el recorte en las políticas sociales, la desesperación de las familias y la juventud eran temas recurrentes. José Ángel conoció a una joven opositora a auxiliares judiciales, de la que nunca llegó a saber su nombre, que escuchaba los temas del examen en su reproductor de mp3 para memorizarlos.
-Las cosas están muy mal –comentaba ella con tono de exaltado pesimismo-. Hay mucha gente inscrita a estas oposiciones. Ciento cincuenta mil para sólo trescientas plazas en toda España. En otras convocatorias sólo se presentaban cuatro mil aspirantes para parecido número de plazas. Como no hay trabajo seguro, todo el mundo se agarra a preparar oposiciones.
José Ángel también se integró en la tertulia de un grupo de gente de ambos sexos, formado por parados jóvenes y viejos y por jubilados que veían peligrar sus pensiones. Se solían reunir en la mencionada glorieta.
-A esto es a lo que nos han conducido los asquerosos políticos –despotricaba un auxiliar administrativo, ya mayor, que llevaba casi cuatro años en el paro-. Ellos no carecen de nada y cargan contra los sectores más desprotegidos de la sociedad. Ahora nos dicen que para jubilarnos tenemos que esperar a los sesenta y siete años y que nuestra pensión se calculará en base a los últimos veinte años cotizados, con lo que cobraremos una miseria. Ellos nos aprietan bien las clavijas, pero mira tú a los parlamentarios: por siete años de ejercicio en el Congreso les queda una pensión vitalicia de cerca de cuatro mil euros. Vamos, que metiéndote en política, sólo necesitas haber trabajado (o tocarte los huevos, más bien) siete años para que te quede la pensión máxima.
-Y mira tú –añadía una mujer cuya hija se había tenido que marchar a la Argentina para ejercer su carrera de arquitecto-, la ministra de Sanidad ahora va y coloca a una amiguita suya de directora general, sin tener siquiera estudios universitarios. Y no es porque sea de un partido u otro, pues todos en política cuecen habas. ¿Y qué me decís de los casos de corrupción que salen cada dos por tres, de esos políticos que cobran sueldos oficiales por partida doble, como la Cospedal ésa?
-Este gobierno está formado por una panda de ineptos y buscadores de fortuna, y si se meten los del partido de la oposición también iríamos aviados. Todo está fatal. Suben los impuestos, el gas, la electricidad y la gasolina, la inflación está por las nubes, cada día se destruyen miles de empleos, no dan oportunidad a la juventud y les hacen la mamola a los bancos, que no reciben más que ayudas cuando dan el grito de alarma y no comparten sus beneficios cuando entre todos les hemos sacado del apuro.
-¿Y qué me dices de los Reyes? –dijo un joven desesperado-. ¿Cómo tienen cuajo a ir con ese lujo y esos cochazos el día de la Hispanidad? ¿No se darán cuenta de que el país está estrangulado, y ellos a lucir palmito y a no privarse de nada?
-¿No oísteis cómo abucheaban al Zapatero en el desfile de las Fuerzas Armadas? –manifestó otro-. Desde luego que por mucho que diga que se recorta el sueldo lo mismo que a los funcionarios, a él no le faltan ganancias. Si no, ¿de qué ahora va y se gasta un millón de euros en un chalet de León?
José Ángel tragó saliva; él también vivía en un chalet de lujo, que ahora representaba su ruina.
-Para postre, cuando hay que rescatar a un país de la Unión Europea, nosotros somos los que han de ser los primeros en poner el dinero, como cuando Grecia; y ahora puede pasar igual para Irlanda. Y las políticas sociales, ¿qué? Los que hemos pagado impuestos toda la vida tenemos menos derechos que cualquier inmigrante que lleva dos días en España: ellos tienen derecho a elegir colegio, a que les paguen el comedor escolar, a atención sanitaria gratuita y a mil cosas más.
José Ángel intervino enfurecido:
-Nosotros también tuvimos que emigrar en los tiempos del hambre, y es injusto culpar de la Crisis a los inmigrantes.
-No te mosquees, camarada. No tienes más que ver que los demás países de la Unión Europea ponían trabas a la inmigración cuando España se abría de piernas a todos los que quisieran venir. Así ha pasado, que muchos empresarios y agricultores listos se han aprovechado de los inmigrantes como mano de obra barata, pagándoles nada y menos y perjudicando en consecuencia a los trabajadores españoles con la reducción de jornales.
Se desató una agria discusión.
-¡Qué coño! ¡Si los inmigrantes se han hecho cargo de los trabajos que nosotros, por señoritos, rechazábamos!
-¡Pues los inmigrantes nos han traído delincuencia y suciedad!
José Ángel se sentía indignado por la xenofobia de que algunos daban muestra. Entonces tuvo que recapacitar. ¿Con qué derecho afeaba ahora las conductas radicales hacia los inmigrantes cuando él los había tenido trabajando en las obras a destajo, pagándoles una insignificancia y sin darles de alta en la Seguridad Social? Sintió que su alma se consumía en el remordimiento.
-A ver si nos calmamos –intervino una amable señora sexagenaria-. De todas formas, con la Crisis se están yendo los inmigrantes. Ya cada vez se ven menos en las calles y en el metro.
-Eso es cierto.
-Y no tiene sentido echarles la culpa. Los culpables de la Crisis son los políticos corruptos y aquellos que se han enriquecido con la especulación inmobiliaria.
“A mí en cambio, la especulación inmobiliaria me ha llevado a la pobreza”, se dijo José Ángel, sabiendo que no estaría bien que manifestara tal pensamiento delante de tan variopinto auditorio.
CONTINUARÁ...
El jardinero de las nubes.
Durante aquéllos días en el Parque de Santander, conoció a muchas personas en su misma situación y oyó muchas conversaciones a cuál más descorazonadora. La Crisis, el aumento del paro, el recorte en las políticas sociales, la desesperación de las familias y la juventud eran temas recurrentes. José Ángel conoció a una joven opositora a auxiliares judiciales, de la que nunca llegó a saber su nombre, que escuchaba los temas del examen en su reproductor de mp3 para memorizarlos.
-Las cosas están muy mal –comentaba ella con tono de exaltado pesimismo-. Hay mucha gente inscrita a estas oposiciones. Ciento cincuenta mil para sólo trescientas plazas en toda España. En otras convocatorias sólo se presentaban cuatro mil aspirantes para parecido número de plazas. Como no hay trabajo seguro, todo el mundo se agarra a preparar oposiciones.
José Ángel también se integró en la tertulia de un grupo de gente de ambos sexos, formado por parados jóvenes y viejos y por jubilados que veían peligrar sus pensiones. Se solían reunir en la mencionada glorieta.
-A esto es a lo que nos han conducido los asquerosos políticos –despotricaba un auxiliar administrativo, ya mayor, que llevaba casi cuatro años en el paro-. Ellos no carecen de nada y cargan contra los sectores más desprotegidos de la sociedad. Ahora nos dicen que para jubilarnos tenemos que esperar a los sesenta y siete años y que nuestra pensión se calculará en base a los últimos veinte años cotizados, con lo que cobraremos una miseria. Ellos nos aprietan bien las clavijas, pero mira tú a los parlamentarios: por siete años de ejercicio en el Congreso les queda una pensión vitalicia de cerca de cuatro mil euros. Vamos, que metiéndote en política, sólo necesitas haber trabajado (o tocarte los huevos, más bien) siete años para que te quede la pensión máxima.
-Y mira tú –añadía una mujer cuya hija se había tenido que marchar a la Argentina para ejercer su carrera de arquitecto-, la ministra de Sanidad ahora va y coloca a una amiguita suya de directora general, sin tener siquiera estudios universitarios. Y no es porque sea de un partido u otro, pues todos en política cuecen habas. ¿Y qué me decís de los casos de corrupción que salen cada dos por tres, de esos políticos que cobran sueldos oficiales por partida doble, como la Cospedal ésa?
-Este gobierno está formado por una panda de ineptos y buscadores de fortuna, y si se meten los del partido de la oposición también iríamos aviados. Todo está fatal. Suben los impuestos, el gas, la electricidad y la gasolina, la inflación está por las nubes, cada día se destruyen miles de empleos, no dan oportunidad a la juventud y les hacen la mamola a los bancos, que no reciben más que ayudas cuando dan el grito de alarma y no comparten sus beneficios cuando entre todos les hemos sacado del apuro.
-¿Y qué me dices de los Reyes? –dijo un joven desesperado-. ¿Cómo tienen cuajo a ir con ese lujo y esos cochazos el día de la Hispanidad? ¿No se darán cuenta de que el país está estrangulado, y ellos a lucir palmito y a no privarse de nada?
-¿No oísteis cómo abucheaban al Zapatero en el desfile de las Fuerzas Armadas? –manifestó otro-. Desde luego que por mucho que diga que se recorta el sueldo lo mismo que a los funcionarios, a él no le faltan ganancias. Si no, ¿de qué ahora va y se gasta un millón de euros en un chalet de León?
José Ángel tragó saliva; él también vivía en un chalet de lujo, que ahora representaba su ruina.
-Para postre, cuando hay que rescatar a un país de la Unión Europea, nosotros somos los que han de ser los primeros en poner el dinero, como cuando Grecia; y ahora puede pasar igual para Irlanda. Y las políticas sociales, ¿qué? Los que hemos pagado impuestos toda la vida tenemos menos derechos que cualquier inmigrante que lleva dos días en España: ellos tienen derecho a elegir colegio, a que les paguen el comedor escolar, a atención sanitaria gratuita y a mil cosas más.
José Ángel intervino enfurecido:
-Nosotros también tuvimos que emigrar en los tiempos del hambre, y es injusto culpar de la Crisis a los inmigrantes.
-No te mosquees, camarada. No tienes más que ver que los demás países de la Unión Europea ponían trabas a la inmigración cuando España se abría de piernas a todos los que quisieran venir. Así ha pasado, que muchos empresarios y agricultores listos se han aprovechado de los inmigrantes como mano de obra barata, pagándoles nada y menos y perjudicando en consecuencia a los trabajadores españoles con la reducción de jornales.
Se desató una agria discusión.
-¡Qué coño! ¡Si los inmigrantes se han hecho cargo de los trabajos que nosotros, por señoritos, rechazábamos!
-¡Pues los inmigrantes nos han traído delincuencia y suciedad!
José Ángel se sentía indignado por la xenofobia de que algunos daban muestra. Entonces tuvo que recapacitar. ¿Con qué derecho afeaba ahora las conductas radicales hacia los inmigrantes cuando él los había tenido trabajando en las obras a destajo, pagándoles una insignificancia y sin darles de alta en la Seguridad Social? Sintió que su alma se consumía en el remordimiento.
-A ver si nos calmamos –intervino una amable señora sexagenaria-. De todas formas, con la Crisis se están yendo los inmigrantes. Ya cada vez se ven menos en las calles y en el metro.
-Eso es cierto.
-Y no tiene sentido echarles la culpa. Los culpables de la Crisis son los políticos corruptos y aquellos que se han enriquecido con la especulación inmobiliaria.
“A mí en cambio, la especulación inmobiliaria me ha llevado a la pobreza”, se dijo José Ángel, sabiendo que no estaría bien que manifestara tal pensamiento delante de tan variopinto auditorio.
CONTINUARÁ...
El jardinero de las nubes.
1 comentario:
bueno yo personalmente a pesar de los altos y bajos de mi querido pais en crisis no invento ir para ningun lado. Tengo un trabajito, que si es cierto no gano mucho y me alcanza para pagar mi alquiler, y otros gustos todavia puedo vivir con el. Eso de irse para otro lado es una decision muy dura,erradicas tus raices y para donde agarres vas a pasar trabajo.
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