domingo, 8 de febrero de 2009

Sombras en Cornualles (V): La marea negra


Sin embargo, antes de la entrada del otoño, sucedió en los aledaños de Dawning un incidente que bien podía ostentar el calificativo de catástrofe. Una mañana, al asomarme por mi ventana, descubrí horrorizado que en toda la línea del litoral se había extendido un espantoso manto de negrura.

-¡El dragón negro de la gruta de Darkmirror está vomitando toda la pez infernal que tiene en los intestinos! -iba vociferando Frances Miller por la costa, mostrando sus grises y largos cabellos en completo alboroto; no cabía duda de que adolecía de ausencia de juicio a causa del horror oleaginoso que las olas arrastraban hasta donde ella se encontraba.

Observando el dantesco espectáculo que ofrecían los efectos de esa marea negra en aquellos acantilados y playas de Cornualles, se me vino rápidamente a la memoria cierto pasaje bíblico cuya primera lectura me llenó en mi más tierna infancia de un pavor inexplicable. El texto en cuestión rezaba así: Salieron entonces el rey de Sodoma, el rey de Gomorra, el rey de Admá, el rey de Seboyim y el rey de Belá (esto es, de Soar) y en el valle de Siddim les presentaron batalla: a Kerdolaomer, rey de Elam, a Tidal, rey de Goyim, a Amrafel, rey de Senaar, y a Aryok, rey de El-Lasar: cuatro reyes contra cinco. El valle de Siddim estaba lleno de pozos de betún, y como huyesen los reyes de Sodoma y Gomorra, cayeron allí. Los demás huyeron a la montaña (Gn 14, 8-10). Los cabellos se me erizaban toda vez que consideraba en mi imaginación la horrible muerte a que se vieron expuestos los reyes de Sodoma y Gomorra. Hundiéndose en un fluido bituminoso y sintiendo la asfixia que les provocarían los gases letales e inflamables. El betún no representa un serio peligro cuando se halla confinado en sus pozos o torcas; pero ¿qué ocurre si supera los límites de su prisión natural y se extiende hasta los más frágiles reductos de vida? Esta pregunta estábamos en situación de responderla ahora todos los que habitábamos en torno a la bahía de Dawning.

Al parecer cierta contracción telúrica había removido la bolsa subterránea que contenía el betún que había en el pozo de la cueva de Darkmirror, cuya entrada comunicaba directamente con el mar, y el denso fluido, impulsado por implacable presión interna, se propagaba en las aguas adoptando la forma de una mancha negra de formidables dimensiones y abominables efectos. Los peces, los moluscos, los crustáceos y las aves marinas morían al contacto de semejante veneno negro. Los arrecifes, ya de por sí de prieta tonalidad, se matizaban más pavorosamente con ese engrudo espeso y maloliente.

La alarma cundió rápidamente por todos los alrededores de la bahía. Se diría que la aldea de Dawning se había quedado despoblada como por ensalmo, por cuanto todos sus habitantes se congregaron en torno al acantilado en cuya pared se abría la gruta de Darkmirror. La presión con la que el betún era expulsado al exterior no decaía un ápice. El mar se contaminaba por momentos; la mancha negra proseguía su avance por toda la línea de la costa. Todos teníamos que presenciar con dolorosa impotencia la destrucción de nuestro entorno natural. Resultaba cuando menos ambicioso hacer una estimación inicial de los daños que se iban a originar. Sin embargo, los habitantes de la aldea empezaban a sentir la helada presencia del fantasma del hambre, del desamparo y de la extrema indigencia. Sin los bienes que el mar procuraba, Dawning estaba condenada al abandono y a la ruina progresiva. Desde todo punto de vista, la situación era como para activar el sentimiento de rebelión contra la desdicha, si bien resultaba en vano emprender una contienda contra las fuerzas desatadas de la Naturaleza.

CONTINUARÁ...

El jardinero de las nubes.


2 comentarios:

lanochedemedianoche dijo...

Qué triste realidad les tocara vivir de ahora en mas, te sigo en esta aventura tan especial.

Besos

judith dijo...

Que te puedo decir. La contaminacion como sea es siempre fuente de atropello y destructiva hacia todo lo que representa la vida, sobre todo en las aguas, que destruye la fuente de alimento de sus pobladores. un abrazo.