viernes, 20 de marzo de 2009

Balada a la primavera


En aquel entonces no fui capaz de proferir el grito que atraería tu atención. La voz se me quedó ligada a la garganta. Yo desesperaba por que pudieras reparar en el débil destello de mi alma sumida en el silencio de mi pequeña vida melancólica. Pasabas a mi lado, brisa y flor de primavera, y tus ojos buscaban la alegría de tu nombre. Me pasabas de largo, y el silencio de mis labios no era quebrado en tu requerimiento.

Yo gastaba mis horas junto a las ventanas en sombra, suspirando por capturar una mirada oblicua de tus ojos. Bordabas los campos de amapolas y posabas las perlas del rocío sobre las encendidas rosas del camposanto. Hacías que las calandrias te rindieran al amanecer el tributo de sus vibrantes gargantas cargadas de canciones. Te arrullabas en sábanas de heno fresco, mientras la luna te vertía sus cuencos repletos de plata húmeda. Le pedías sal a los mares y nieve a las altas cumbres, nieve que tu aliento convertía en lágrimas que las nubes no derramaron en el atardecer otoñal. Eran tus cabellos neblinosos rayos de sol y tus espejos los charcos que esmaltaban los caminos pedregosos tras los chubascos de abril... Todo lo podías, en todo estabas, y aun así me ignorabas.

Entre las sombras de las hojas del ailanto, yo contemplaba el resplandor de los cielos que te cobijaban, y tú te colocabas en la cabeza caprichosos sombreros de nubes y tu sonrisa tenía la curva del arco iris en postura inversa. Aun cuando tú vieras el brillo de mis lágrimas en las alas de la libélula, ponías a funcionar tu rueca de abejas y vilanos, sembrando florecillas azules en las grietas de la muralla.

El cordón de tus perlas se partió, y quedaron esparcidas en el lóbrego capuz de la noche, marcando las rutas de los navegantes. Y en la noche también me ignorabas, mientras llevaba la cuenta de cada una de tus perlas nacaradas; no tenías ojos más que para la risueña luna, que a la voz de tus requiebros se le pintaba el rubor en sus níveos riscos y en sus mares de tranquilidad. Las golondrinas te traían en el sable de sus alas las fragancias de la Arabia lejana, la suavidad de los filamentos de los nenúfares del lago Tchad. Y el limonero ponía sus flores en el troquel para llenar sus bandejas de soles amarillos con los que obsequiarte... Mi corazón era una pobre ofrenda en medio de tanta largueza como la Madre Naturaleza tenía contigo.

Y te gustaba el trémolo de las risas que el invierno había amordazado. De mis labios sólo salía el silencio; eras demasiado hermosa para que te fijaras en mí.

Y entonces quise ponerte en el olvido; quise hacer del otoño la estación de mi consuelo. Me replegué en las sombras, allá donde tu mirada no me alcanzara. Sepulté el amor que me inspiraste en los más recónditos surcos de mi corazón. Abrí mi boca en un triste suspiro, y esperé a que el invierno disolviera mi vida entre su polvo de nieve.

Entonces te diste cuenta de mi ausencia, y mandaste a las golondrinas que golpearan los vidrios de mi sombría ventana. Te ignoré y sentí tus lágrimas golpeando mi tejado. Querías encontrarme...

Sentí que mi cuerpo se retorcía por el dolor del amor escondido que quería volver a germinar en la oscuridad de mi corazón. ¿No era lo bastante tarde para ti? ¿Querías que te franqueara la puerta de mi balcón?

Es cierto que lo hice y que llamaste luna plateada a las canas de mi cabeza, surco de labrador a las arrugas de mi frente y agua dormida a mis ojos apagados. Y yo entonces, entonces... volví a amarte con la fuerza del diluvio y rendí mi vida ante tus brazos.

¡No me abandones nunca, primavera querida!

El jardinero de las nubes.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Hermosa primavera. Dichoso tu que sabes ensalzarla de esta brillante manera. ¡Ojala yo supiera expresar lo que siento!

Anónimo dijo...

Bueno, no hay que apurarse. Yo llevo casi toda la vida diciendo "Ojalá".

Gracias por tu visita

Anónimo dijo...

¡Que bonita la primavera!El campo está precioso,árboles floreciendo,cebadas verdes,hoy vi un sembrado cubierto de florecillas amarillas y era una preciosidad.Por mi parte podía ser siempre primavera,pero que no existiese la alergia,jajaja.Un abrazo,amigo.

lanochedemedianoche dijo...

Toda la primavera vestida de niña y de luna, con destellos del arcoíris... bella estación que amo, hermoso retrato de ella lograstes con tus letras, mira, yo reconociendo al otoño que regresa con casi los mismos colores de tu primavera, me ah gustado mucho amigo.

Besos

judith dijo...

de verdad la primavera es bellisima. el surgimiento de las flores, y los pastos. Afortunadamente en mi pueblo tenemos una eterna primavera.un abrazo.

Anónimo dijo...

Preciosa primavera la que describes. Dan ganas de enfundarse su traje y ser la protagonista de una nueva historia.
La primera vive en ti en cuanto has plasmado en letras el sentimiento.
Enhorabuena, amigo.