viernes, 6 de marzo de 2009

Sombras en Cornualles (y XII): El sepelio de mi madre

El entierro, una vez practicadas las diligencias previas, se verificó dos días más tarde. Era un atardecer con muy pocas nubes. La tierra ya había asimilado la humedad de la lluvia. El féretro fue transportado hasta la fosa abierta al efecto, que se hallaba al pie de un frondoso sauce del jardín. El cuerpo de mi madre estaba materialmente cubierto de azucenas blancas, por entre cuyas corolas revoloteaba una abeja solitaria. El servicio religioso fue sencillo y emotivo; fue oficiado por un sacerdote irlandés que casualmente pasaba por Dawning de camino hacia otro destino más importante. Los aldeanos fueron haciendo mientras tanto acto de presencia, testimoniándonos de este modo el afecto que siempre les había inspirado la "señorita" de Dawning House.

Tristes figuras de estómagos atormentados por el hambre y de vestiduras andrajosas imposibles de renovar. Después de algún tiempo desde el desencadenamiento de la marea negra, las costas seguían siendo lugares inadecuados para cosechar las riquezas del mar. En la aldea había hecho acto de presencia la enfermedad y la muerte con atípica frecuencia. Y no era fatuo el conmoverse porque gran parte de los lugareños se hubiesen acercado hasta la casa solariega para acompañarnos en el triste trance del sepelio de mi madre. La mirada de mi padre reventaba de gratitud hacia ellos.

El féretro fue descendido a su morada eterna. Las paletadas de tierra representaron un dolor añadido en nuestros corazones. Ahora era cuando verdaderamente podía sentir que mi madre no iba a regresar junto a nosotros, al menos en esta vida. El llanto inundó mis mejillas. Rápidamente, la tierra removida volvió a su lugar de costumbre, absorbiendo en su seno a la nueva moradora. La lápida recién esculpida fue plantada de inmediato, para que sirviera de memorial a tan doloroso acontecimiento.

El sacerdote echó su último responso, y casi a continuación la multitud allí congregada se fue dispersando en todas direcciones. Sólo los más allegados permanecimos en torno a la recién estrenada sepultura. El sacerdote recibió sus emolumentos, se despidió de nosotros y emprendió el camino de la aldea acompañado de los dos sepultureros que habían practicado la inhumación.

Pronto el silencio se hizo sepulcral. Ni el canto de los pájaros ni el murmullo del cercano mar pudieron sobreponerse al mismo.

Ninguno de nosotros fue consciente del tiempo que allí permanecimos. Volvíamos a ser una familia unida, si bien la parte principal que representaba la madre ya no estaba entre nosotros.

Pero eso no evitaba que yo experimentara una soledad inmensa en las desbastadas regiones de mi alma.

FIN

AQUÍ SE DIO TÉRMINO A LAS MEMORIAS DE PAUL BRAUN, MEDITADAS POR EL JOVEN JARDINERO SOÑADOR QUE FUI. QUEDAN EN EL TINTERO: LA FORMACIÓN EN EL COLEGIO DE BRISTOL, EL TRABAJO EN EL MUSEO BRITÁNICO, LA EXPEDICIÓN TRAS LAS HUELLAS MIGRATORIAS DEL CHARRÁN ÁRTICO, EL VIAJE A ESPAÑA, ADELAIDA, LA TRAVESÍA DE LA GOLETA "UNDERCURRENT"... ESO SÍ QUE LO TENGO, PORQUE ERA EL AUTÉNTICO COMIENZO DE LA NOVELA (NO EL PRÓLOGO)...

QUIERO QUE ME PERDONES, MUCHACHO CUYO CUERPO HABITÉ, POR NO HABER SIDO CAPAZ DE PROSEGUIR TUS SUEÑOS. AUNQUE TÚ ME PERDONARAS, CREO QUE YO NUNCA ME PERDONARÉ LA INFIDELIDAD QUE COMETÍ CONTIGO.

El jardinero de las nubes.

2 comentarios:

judith dijo...

La perdida de un ser querido es lo mas duro que le toca a uno en la vida. Y a veces puede pasar un largo tiempo para sobreponerse. Lo se por experiencia propia. Y es verdad se siente al principio un vacio tan grande que nunca se volvera a llenar. Pero siempre los recuerdos quedan, y es bonito recordar los momentos vividos, aquellos recuerdos felices porque a veces en la vida solo se viven una vez. Pero la vida sigue, y a veces hay que seguir el camino con mucha valentia. Un abrazo muy grande desde Venezuela. judith

lanochedemedianoche dijo...

Es verdad, cuando la vida se lleva un ser querido como la madre, se siente un vacio muy grande, pero con el tiempo sabemos que ellos están bien al lado de Dios, muy buena historia felicidades amigo.

Besos