martes, 10 de marzo de 2009

Palomo con arroz, un cuento políticamente correcto (II): El camelo del concejal de deportes y promoción económica


Y las cosas fueron bien hasta el día que se celebraron elecciones municipales..., el día en que el concejal de deportes y promoción económica convocó en el salón de actividades comunes una "reunión informal de naturaleza informativa". Todos los ancianos se congregaron en torno al petulante concejal, que había entrado en la residencia dándose ínfulas de gallipavo. Por su parte, Ramoncito el de Necleto se encontraba en la cocina ejercitando su destreza en la preparación de una suculenta crema de verduras y de aromadas porciones de merluza al horno con salvia, cebolla y patatas parisinas.

-Buenos días, señores y señoras. Gracias por estar aquí -comenzó el edil con acento engolado, y al hablar le oscilaba la papada cual badajo de cencerro-. Quiero deciros que como hoy son las elecciones, enseguida van a venir los coches de mis compañeros y afines para llevaros a votar y así no tengáis que cansaros en el cumplimiento de este necesario deber. Ya os tengo preparados los sobres que debéis meter en las urnas. Si metéis estos sobres, luego en el recinto cubierto de la piscina municipal os tenemos preparada una comilona de toma pan y moja -Apoyaba su discurso con gestos de director de orquesteja de medio pelo-. No se os olvide que este ayuntamiento se desvive por sus ancianos de la residencia...

-A mí me llueve una gotera de mi cuarto -dijo una ancianita en silla de ruedas.

-¡Y vaya comilona! -siguió pontificando el concejal, dirigiendo una mirada esquinada a la ancianita que le había interrumpido, al tiempo que el sudor afloraba en sus ostentosas ropas de ejecutivo ejecutor-. Una comilona que me comprometo a ofreceros todas las semanas, siempre que gane nuestro equipo de gobierno, claro está. Bueno, tenéis que vivir bien y no hacer caso de las pamemas de los médicos que hablan de eso de la dieta equilibrada, pues dicen los sabios que es mejor morir del trago y no de la gota...

-¡Yo moriré de la gotera de mi cuarto! -intervino nuevamente la ancianita en silla de ruedas.

-¡Y si vienes a votarnos te arreglamos la gotera, te pintamos el techo como el camarín de la Virgen de Guadalupe y encima te pagamos un podólogo y un fisioterapeuta para ti sola! -contestó rabiosamente el concejal, cuyas orejas enrojecían como los pimientos morrones-. Bueno, vais a ver qué viandas más ricas os tenemos preparadas. Unos chorizos de jamón deshuesado que hacen la boca agua; unas ensaladas pipi-rana y revientalobos que sus fuegos se apagan con buenas cervezas y vinos de nuestra cooperativa; una orza de berenjenas aliñadas de la cosecha exclusiva de nuestro concejal de caminos agrarios; un queso en aceite de aceitunas sevillanas, rico como el pecado de las entrepiernas; un gazpacho como no lo habéis catado en vuestras largas vidas, que por cierto tanto cuesta mantenerlas a nuestro ayuntamiento; un magro con tomate comprado a nuestro carnicero exclusivo; un tiznao que es un gusto para el olfato; unos pistos picantillos que resucitan a un muerto; y mucho pan del bueno para acompañarlo todo…, unos panes de miga más blanca que las nieves de Sierra Nevada. Y además todo ello regado con vino y refrescos, todos los que queráis... ¡Ah!, y no olvidemos para endulzar la cosa una montonera de flores de azúcar y barquillos de cañas de veral... Votadnos y no os arrepentiréis.

-Pero Ramón nos está preparando la comida -dijo un ancianito con blanco bigote.

-¡Vamos, hombre! No compares esa sopa de convento con el banquete que os ofrecemos.

-¿A qué llamas "sopa de convento"? -inquirió un enfurecido Ramoncito el de Necleto, que hacía su entrada en el salón a tiempo para haber captado las últimas palabras alusivas a su arte culinario.

-Ven a votar con nosotros y te chuparás los dedos -contemporizó el concejal, desplegando una sonrisa de vencejo acorbatado.

-¡Yo me chupo los dedos donde y con lo que quiero! -exclamó nuestro héroe. Luego añadió, dirigiéndose a sus compañeros-: Venga todos al comedor, que enseguida la sopa va a estar servida.

-Yo me voy a ir a comer chorizo -dijo una de las internas, y al instante la hicieron coro todos los que se habían tragado la perorata del concejal:

-Y yo...

-Y yo...

-Y yo...

-Y yo...

El concejal le echó a Ramoncito el de Necleto una mirada de odiosa resignación, con ojos de besugo escaldado.

-Bueno, saben elegir lo que les conviene -dijo acto seguido-. Yo de ti, pondría a congelar la sopa.

-¡Se os ha ido la chaveta! -siguió dirigiéndose Ramoncito el de Necleto a sus compañeros-. Mirad que no os conviene saliros de nuestro régimen de comidas, que ya no tenemos edad para castigar nuestros estómagos.

En ese momento sonó el teléfono móvil del edil, quien de inmediato se lo colgó a la oreja y se puso a hablar como si estuviera solo y rodeado de tontos, como así consideraba para su fuero íntimo a los ancianitos de la residencia.

-Sí, tú pon en la factura que vale cinco mil euros aunque no valga más de quinientos... Luego ya sabes... Total, no se van a dar cuenta los muy memos... Ah, y mandad ya los coches, que los llevamos a votar en nadica.

Ramoncito el de Necleto estaba indignado a más no poder. Casi se le saltaron los dientes de tanto apretarlos cuando vio cómo se iban sus compañeros, atraídos por las promesas de ese charlatán de feria.

-Lo siento mucho -le dijo la directora con acento de sincera conmiseración-. Habías preparado una comida riquísima.

-Ya me cobraré de esta humillación -respondió Ramoncito el de Necleto, con la voz velada por la rabia.

A media tarde regresaron los ancianitos con tales rescoldinas, que no era precaución superflua tener a mano el teléfono de los de pompas fúnebres.

-¡Ay, cómo se me repiten los mal asados ajos del tiznao! -se quejaba una ancianita.

-¡Ay, que el esófago se me ha quedado todo socarrao por las llagas! -añadía otro con acento desgarrado.

-¡Y a mí el estómago me arde más que las calderas de Pedro Botero! -agonizaba un tercero.

En fin, se necesitaron muchos días (y mucha agua de limón) para restituir la normalidad a tan sufridos aparatos digestivos.

CONTINUARÁ...

El jardinero de las nubes.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Imsuperable,vaya pasada de cuento,ni en mis años de niñez leí un cuento tan bien argumentado y con tanto sentido del humor y a la vez parecido a muchos sucesos que pasan en esta vida.

Anónimo dijo...

Jardinero eres unico ,me encanta..estoy esperando como agua de mayo mas capitulos.pero todo esto me suena un poco,por donde yo habito tambien hay muchos concejales y ediles de este tipo.Un abrazo Jardinero

lanochedemedianoche dijo...

Esos personajes siempre están para sacar partido sin impórtales la condición de las personas, me gusta cómo vas dándole otro color a esta hermosa narración tan bien elaborada, te sigo amigo.

Besos

judith dijo...

de verdad me he reido muchisimo. Sobre todo por las expresiones que utilizan en tu pais. Sonaban tan comicas,y eso que tuve que descifrar algunas!! Por el resto asi es la politica, y asi es en todas partes, se desesperan por conseguir votos de cualquier forma ofreciendo siempre villas y castillos. seguire esperando tus proximos relatos, porque realmente estan geniales!!un abrazo desde venezuela