domingo, 16 de noviembre de 2008

Recuerdo de la niña de la playa


Continuación de "Dibujos en la arena", que se encuentra en las entradas de agosto de 2008 de este blog.

A ti, que tanto te gustan estos relatos de vacaciones, te contaré que esta tarde había verbena en el paseo marítimo. Jóvenes con trajes de época, algodón de azúcar, atracciones de vieja estampa, helados que se derretían aceleradamente con la humedad ambiental, música de organillo y un amplio boquete en el cielo, costeado por rizos de nubes.

Esta mañana bajé temprano a la playa, igual que ayer, esperando encontrarme con mi amiguita de hace unos días. No vino. ¿Cómo iba a hacerlo si la noche pasada descargó un buen chubasco y la mañana no se presentaba con mejores visos? Había retazos de sol que hacían concebir esperanzas, pero como me dijo uno de los operarios de limpieza: cuando sopla el "gallego" es que va a hacer mala mañana. Bien podría haber cantado la canción "La playa estaba desierta", pues sólo nos bañamos otro desaprensivo y el que suscribe. La amenaza se cumplió: cayó una manta de agua que venía del sector de las islas británicas. Una lluvia de carácter casi torrencial. La arena húmeda se tornó fango y enseguida la playa quedó despejada.

Lo paradójico del caso es que no pasó mucho sin que el sol acabase imponiéndose por sus fueros, y quedó una mañana bastante aceptable.

Me fui a mi alojamiento, comí, me di una ducha y me afeité con un nuevo jabón florentino a base de mentol y aceite de eucalipto. Fantástico; la marca es "Proraso".

Con la tarde llegó la verbena, y me sentí extraño. No van con mi temperamento los baños de multitudes. Pero vi de lejos a la niña, que iba acompañada de un hombre que a todas señas era su padre. Hubiese ido a saludarles, pero el fruto de mis años jóvenes me impulsa a esconderme de mis semejantes. Me alejé del bullicio, y el día estaba cayendo cuando volví a mi domicilio estival, en la hora azul del crepúsculo.

Por cierto, esta mañana intenté dibujar en la arena algo que me aconsejo en un correo una estupenda amiga aldeana: los cerros de Aldea.

Pero me temo que lo que la mano no consigue, no es lícito que el pie pueda hacerlo.

***

Su amable escrito me ha hecho recordar a aquella simpática niña que conocí en la playa hace casi cuatro meses. Entonces era verano y le pertenecían el sol del mar y aquellas húmedas nubes. Ahora nos encontramos en mi estación predilecta, y la niña ya debe llevar abrigo, un abrigo que le cubrirá hasta las rodillas, y verá que las hojas secas forman un tapiz delante de sus pasos. Me la imagino yendo por el paseo marítimo, con los hombros bajos y el pensamiento puesto en su mamá ausente. El pelo le habrá crecido y tendrá las mejillas rosadas por el frío aliento del mar Cantábrico. Y luego la imagino perdiéndose de vista por entre los parques otoñales; aquella mañana se perdió de mi vista brincando entre las espumas de la orilla del mar.

Estos días se habrá acordado de llevar una flor a la tumba de su mamá, y es posible que ya no recuerde que tenemos una cita pendiente para seguir haciendo dibujos en la arena mojada. Acaso piense en la próxima primavera, cuando mayo le traiga el esplendoroso día de su primera comunión, y, si ocurre lo que normalmente ocurre en estos casos, se despedirá de Dios hasta que ella quiera volver a abrirle su corazón. Pero existe la posibilidad de que siga amando a Dios, porque su mamá se encuentra con El, y yo rezaré para que nunca se olvide de su Padre de los cielos.

No sé si volveré a encontrarla alguna vez. Esperemos que se dé otro nuevo milagro en el foro, como cuando el habichuelillo se dirigió a mí aquella vez. Fue un momento y un sentimiento que jamás olvidaré.

Si usted en alguna ocasión se encuentra con una niña que pudiera ser la que conocí, dígale que aún mantengo la cita para hacer con ella nuevos dibujos en la arena de la playa. Acaso algún día se produzca el milagro de encontrármela en este foro. Si por un casual llegara a leer el relato que usted tan amablemente ha reproducido, sabrá que me refiero a ella sin el menor asomo de duda.

De todas formas, gracias por traerme de nuevo a la memoria ese momento tan emocionante de mi solitaria vida.

El jardinero de las nubes.

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