jueves, 20 de noviembre de 2008

Gratitud, la historia de un perro vagabundo (III): Madre y amada


Era un domingo de abril. Un recio viento del Noroeste arremetía contra los desangelados edificios del pueblo. Reeec y su compañera a la zaga, cruzaban la plaza de la Iglesia. A todo esto, Centella salió súbitamente de una de las puertas de la vecindad, avistó a su hijo y se dirigió a él loca de contenta. Comenzó a prodigarle toda suerte de muestras de cariño. ¡Qué alegría más grande para Reeec! Su corazón le vacilaba en el pecho. La perrita, aleccionada por la madre de Reeec, se sumó a todos estos apasionados arrumacos.

De repente, el amo salió por la puerta por la que Centella poco antes saliera. La frente se le nubló al reconocer a Reeec. Cuando vio al humano, Reeec experimentó una aprensión sin límites, y, con todo dolor de su alma, hizo ademán de alejarse de allí. Pero Centella lo perseguía contra viento y marea, llenando el aire abrileño de joviales ladridos. Reeec se impuso a sus emociones, y sacó el máximo rendimiento a sus patas, alejándose de la que le había dado el ser... Era preferible la tristeza de esta separación antes que terminar con la cabeza reventada por una patada del amo.

Después de este suceso, deambuló por las calles como un alma en pena. Tenía muy viva en su mente la imagen de su madre, y una tristeza sin parangón lo atenazaba por dentro. Paróse por fin junto a una higuera, que alzaba sus frondosas ramas en una huerta abandonaba de los aledaños del pueblo, y allí dio rienda suelta a su dolor, apurando hasta las heces el cáliz de sus desdichas.

El sol había desaparecido del todo para cuando la perrita (su amiga, su tierno amor) vino a su lado. Lo había estado buscando por todos sitios; ella no pudo correr lo suficiente para secundarle en su huida. Reeec finalizó en amor lo que había comenzado en sinsabor... ¡Cuánto quería a su perrita!

Sin embargo, el destino le tenía reservada a Reeec una tristeza mayor que la que le sobrevino con ocasión del frustrado encuentro con su madre.

El primer sábado del mes de mayo unos mozalbetes salieron en persecución de los dos perros, obligándoles a abandonar las calles del pueblo y a adentrarse en los campos. Uno de los chicos portaba una escopeta de perdigones, y ya en pleno campo dio en usarla tomando como blanco a Reeec y a su compañera. Sonaron en el aire dos disparos, y los dos resultaron fallidos. Pero el tercer disparo que se oyó, acertó a la perrita en la cabeza, quien al momento cayó fulminada. Entonces Reeec se olvidó de la persecución que estaba sufriendo y se acercó adonde la perrita había caído, ya convertida en cadáver.

Fue en extremo dolorosa la impresión que se adueñó de él. La perrita tenía la cabeza abierta en canal, y por el orificio del proyectil manaba un raudal de sangre negruzca.

Reeec principió a gañir y a lamer la herida de su amor. No obstante, todo resultó de balde: ella permanecía en una inmovilidad absoluta.

A todo esto, los gamberros se habían ido acercando. Reeec los percibió al momento, y el instinto le hizo alejarse del lugar como un rayo, a despecho de su aparente inutilidad; no quería fallecer de la misma muerte que su amada.

CONTINUARÁ…

El jardinero de las nubes.

2 comentarios:

lanochedemedianoche dijo...

La crueldad no tiene límites, pareciera que la vida no es importante, ya no solo me refiero al mal trato de los animales que es detestable , todo lo que está pasando en la sociedad, en el mundo, te sigo amigo ésta historia como mensaje a un cambio, que sea pronto, seria maravilloso.

Besos

Anónimo dijo...

¡Vaya!
Qué capítulo más triste. Parece que la mala fortuna se cebó con Reec.
Este relato deberían leerlo más de un gamberro que sigue por ahí con su escopeta de perdigones, a lo mejor reaccionan al leer el sentir de la otra parte (o no...)

Sigo leyendo....
P.D: Me he dado cuenta que no te estoy comentando el cuento por su valor literario y me estoy dejando llevar por el sentimiento que produce, el lado de protesta que lleva explícito. Pero bueno, decirle que lo está narrando usted muy bien.