viernes, 12 de septiembre de 2008

La balada de los últimos días (VII): Las anotaciones de Pepe Abascal acerca del nuevo prodigio


3. Revelación de una nueva sinfonía

A la mañana siguiente, el barro de las lluvias se había secado formando caballones en los terrosos caminos. En el ambiente otoñal aún pervivía el suave aroma a humedad. Los gorriones hacían sonar sus dulces gorjeos, y, arrullado por los mismos, Pepe Abascal abrió los ojos en su mullida cama de colchón de lana. Había dormido maravillosamente bien, y sentía sus fuerzas totalmente renovadas. Se desayunó con buen apetito, y, mientras lo hacía, departía con sus padres acerca de asuntos de la mayor trivialidad; veía preferible que al hablar dejaran aparte cualquier alusión de carácter dramático por la estabilidad emocional de todos ellos. Después, al dar las once de la mañana, Pepe Abascal se dispuso a pasear nuevamente por Manzanares.

Fue a partir de ese momento que se apercibió de que el gallinito Páez no se había valido de mentiras delante suyo. Empezó a escuchar las miles de voces de la Naturaleza, multitud de lenguas que ahora aparecían inteligibles a sus oídos. El asombro no le abandonó las primeras veces, pero con el transcurso del tiempo tal asombro cedió su lugar a una indefinible sensación placentera. Entonces se enteró que los componentes de la Naturaleza sabían quién era él, y asimismo adivinó que fraguaban un designio concreto con respecto a su inmediato futuro... Después de aquella primera vez, Pepe Abascal salía de paseo con un pequeño cuaderno, y en él iba apuntando los hermosos mensajes que eran regalados a sus oídos.

He aquí algunas de las notas que más tarde pudimos rescatar, las cuales abarcan desde aquel otoño hasta la siguiente primavera:

LA ROSA "QUEEN ELIZABETH" (en uno de los arriates del parque): Ven a mi vera, amigo, y admira el rosa esfumado en blanco de mi corona. Antes de que ella se me acercara, con los libros del instituto bajo el brazo, yo no impartía perfume. Pero esa bella nariz lo merecía, y la fragancia que tú ahora aspiras con deleite es la misma que le ofrecí a ella. Olor más grato que el del clavel y el de la lavanda. ¡Qué traje más bello hubieras diseñado en el pasado inspirándote en mis colores! Busca el último consuelo de tu vida. Se encuentra a dos tiros de piedra de ti...

EL TIERNO RUBOR DE LA NUBE VESPERTINA: Ahora que el viento me ha dejado estática, te diré que vistes elegantemente y que esa calva bruñida y esa barba apenas crecida te dan una apariencia distinguida. Me encanta tu pantalón de cuero negro, tu jersey negro y tu gabardina gris tirando a negro. Te vistes con los colores de las noches de otoño. ¡Qué bien te sientan!... Sus ojos te han de hechizar el día que te la encuentres al doblar alguna esquina de Manzanares; seguro que entonces lanzarás el grito de tus ilusiones a nuestro hogar, y nosotras te dibujaremos contra el azul del cielo el esbozo de un corazón cargado de amor... Mi hermana, la nube gris, se pirra por humedecerte tu calva reluciente...

LA COTORRA QUE FLORA FARGANDÁN DESPIDIÓ DE SU CASA EL DÍA QUE SUPO QUE SUS HIJOS LA IBAN A LLEVAR A UNA RESIDENCIA DE ANCIANOS: ¡Roooac! Hace meses que no le hinco el diente a las sabrosas pipas de girasol. Mi dulce ancianita me alimentaba con inquebrantable cariño, y así de rolliza me puse. Era acogedora mi jaula, resguardada del fuerte sol y del viento del norte. No me gusta la libertad de que ahora dispongo. He estado tantos años tras las rejas, que no me amoldo a otra forma de vida. Ojalá supiera adónde llevaron a mi vieja ama: volaría a su encuentro sin vacilar. En fin, ave soy, y como tal Dios me sustentará. En cuanto a ti, haz por ver a de quien tanto hablan. No hallarás en estos mundos exteriores nada que más se merezca que los últimos latidos de tu corazón sean apresurados.¡Roooac!...

EL CASTAÑO CONVENTUAL (cuyas ramas asoman por encima de la alta tapia): ¡Cuántos años llevo dando sombra a las monjitas cuando aprietan los calores del buen tiempo! Un mundo de sencillez sin parangón. Tiernas palomas que triscáis a mis pies. Rumor de fuente y siempre fresca melodía de oraciones... Una vez la vi pasar por el lado mundano de la tapia, y recuerdo que una bandada de lavanderas acudió a mis ramas, que se estremecieron con semejante contacto. Cuando le eches el ojo encima, comprenderás cuán sin sentido es que des tu alma a Dios sin esperanza ninguna... Pásate luego por aquí y coge una de mis castañas... Ya está la campana tocando el ángelus con alegre repique...


CONTINUARÁ...

El jardinero de las nubes.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Una novela que deberías intentar publicar.
Hay madera de escritor en todo esto y la historia engancha bastante.
Un abrazo.