lunes, 15 de septiembre de 2008

La balada de los últimos días (VIII): Prosiguen las anotaciones


LA GORRIONA DE LAS ALAS ESCARCHADAS: ¡Brrr! Ojalá me hubiera unido a las veloces golondrinas en su migración anual. Ahora estaría calentita sobrevolando el Nilo, contemplando a los hipopótamos cubiertos de barro y a los cocodrilos resplandeciendo al sol... Pero no: preferí hartarme de migas de pan, y los crueles brazos del invierno me rodearon sin que apenas me diera cuenta. Las madrugadas me cubren con su fría ceniza de escarcha, y estoy harta de saltar y batir las alas para entrar en calor. Afortunado eres tú con esas ropas de abrigo. No te tienes que preocupar más que de tu propio placer... Sólo siento que por mis venas circula la savia primaveral cuando la veo pasar camino del instituto, embozada con su bufanda de color malva. ¿Qué? ¿Te sientes ansioso de conocerla? Has de contenerte. Sólo Dios puede procurar tal encuentro. A propósito, ¿me dejarás cobijarme al calorcillo de tu habitación? ¡Brrr!...

EL BEBÉ BEBECÍN, CHIQUITÍN Y GUARRÍN (todas las tardes su abuelito lo saca de paseo al parque para que le dé el aire): ¡Buaaa, buaaa! (no tiene otro lenguaje).

LA BELLÍSIMA Y RADIANTE FLOR DE ALBÉRCHIGO (en un huerto de las inmediaciones): He nacido bajo el hálito de la brisa empapada de sol y agradables aromas, brisa que anuncia la primavera como una esperanza de pronta realidad. Mis primas, las rosadas flores de almendro silvestre, se desperezan a la par que yo. En el cielo hay impactos de sol, y las nubes se tornan más perezosas y livianas. ¿Verdad que soy bella como un lirio de los valles, como una azucena del parque o como un tulipán de Holanda? Mira esta abeja que viene a flirtear conmigo. ¡Chist, vil insecto! Sal de aquí cortando el aire, que no te he de dar ninguno de mis tesoros... Tú sí, humano que me estás escuchando; tu presencia sí que me resulta grata... La admirarás lo mismo que me admiras a mí. En la Naturaleza las noticias corren veloces como el rayo. Algún día, no muy lejano, una mano blanca irá adonde tu tumba, y allí depositará flores tan bonitas, fragantes y presumidas como yo...

LA MARIPOSA AZUL QUE VINO VOLANDO DEL LUEÑE GUADALMEZ: Menos mal que los vientos me han conducido aquí, si no habría caído exhausta por tan largo viaje. He ido evitando las nubes de chubasco, y aquí me tienes: toda dispuesta para tus ojos. Consuélate: la vida también es breve para mí y no la paso lamentándome. ¡Oh Pepe! Hace poco que estoy en Manzanares, pero ya he tenido la dicha de verla. Sus ojos me recuerdan los atardeceres profundos de Guadalmez, incandescentes con cintas de oro rojo y bañados en una tibia bruma azul que lentamente se va mudando a tonalidades más nocturnas. Los grillos y los ruiseñores forzosamente han de ofrecerle a su paso un trasfondo de deliciosa música cuando las noches caniculares animen el ambiente de Manzanares. Yo no moriré sin que antes sus ojos me hayan admirado una vez más...

EL CHOTILLO A LA ORILLA DE UN ARROYUELO ESTACIONAL DE LOS CAMPOS DE MANZANARES: ¡Beee, beee! ¿Me vas a hacer daño. No, ¿verdad? Eres un humano de aspecto triste. No tienes la hermosura de la que ayer vi venir por aquí. No tenía esas espinas marrones que a ti te crecen por todo el rostro. Era tan bonita como una amapola en el trigal; linda como no te la sé describir. Quiero verla otra vez, y, por lo que puedo apreciar, tú quieres verla por vez primera. ¡Beee, beee!...

EL MISMO ARROYUELO: Parece que se está volviendo costumbre que los humanos vengáis a mirar vuestro reflejo en mi inquieto espejo. Guardo el recuerdo de un reflejo angelical, que en los últimos días me hizo estremecer de gozo. Brillaba el sol cuando vino a mirarse en mí. Hoy las nubes empañecen el azul del cielo, y tu reflejo no es tan lúcido como el que le ofrecí a ese rostro de juventud. Rosa de atardecer el de sus labios; oro antiguo el de sus cabellos; nácar fino el de la piel de su rostro... ¡Oh, no pude quedarme con el color de su mirada, así de de brillante como era! Es reconfortante saber que en esta tierra torturada por el arado aún pueden concebirse semejantes maravillas...

LA SIMPLE HORMIGUITA DEL PARQUE: Da miedo que venga la primavera a este parque. Nosotras salimos del cálido interior de la tierra después de haber agotado nuestras provisiones de invierno, y los ancianos y los niños díscolos bullen por el parque. Cuando la sombra gigante de un niño me encubre la faz del sol, me apresto a ocultarme entre la fina hierba. Sé que frecuentemente los niños se entretienen mortificándonos: nos hacen combatir unas con otras, nos ahogan en los charcos de agua de riego, y, en el peor de los casos, nos arrancan las patas y las antenas estando aún vivas. Por eso me sentí admirada cuando esa dulce presencia humana me dejó estar. Yo caminaba por el sendero cubierto de arena del río, y no tenía donde ocultarme. Sentía esos bellos ojos verdes clavados en mí, y el miedo me empezó a dominar. Pero nada funesto sucedió. Entonces volví sobre mis pasos y rondé su adorable cercanía; me atreví hasta a ponerme en la punta de su zapatilla. ¡Qué rato más agradable me procuró! Tú tampoco te muestras cruel conmigo, pero no tiene ni punto de comparación la felicidad que sentí entonces...

EL GATO MAULERO DE LOS TEJADOS DE BARDAS: ¡Miaooo! Tengo la suerte de moverme sobre el tejado que hay frente a su ventana. Allí veo luz en las primeras horas de la noche. Ella aparece sentada frente a una mesa repleta de libros y rimeros de papel. Pasa mucho rato con la cabeza encorvada, tal que me pregunto cómo no acabará con dolor de cuello. Pero entonces deja por un momento su labor y me enfoca con su mirada. Me hace una seña con su mano, lo que provoca tal felicidad en mí, que me lamo la patita para arrancarle una risa de ternura. Es una felicidad poder verla cada noche, aun cuando no hay mayor tristeza para mí que ver apagarse la luz de su habitación. ¡Miaooo!...

EL PERRO PACHÓN Y VAGABUNDO: ¡Guau! Cuando recibes mal por bien; cuando el temor que se te levanta ante la presencia de un animal de dos patas como tú es imposible de dominar; cuando para subsistir has de hozar entre las basuras; cuando no cuentas con sitio fijo donde dormir y el frío es mal compañero tuyo... ¡Oh, qué bendición que exista un animal de dos patas así! Alguna que otra vez he calmado el hambre por intervención suya... Ya sé a quién he de adorar... ¿Lo sabes tú acaso? ¡Guau!...

LA FUENTE RIENTE DEL PARQUE: Si deseas conocer lo hermoso de la vida, arrímate a mí en las ardientes tardes de estío. Yo he sido inspiración de poetas. Quien me ve se sonríe, pues sabido es que nada malo se ha de esperar de mí... Nunca mi chorro salió con más alegría como cuando la vi que se me acercaba para calmar su sed. Mis labios de agua besaron los suyos de roja pasión... ¿Cuándo vendrá a besarme otra vez?...

Para cuando las acacias del parque lucieron con orgullo sus tupidas melenas primaverales, la gente no se hacía buenas lenguas de los inexplicables actos de Pepe Abascal. Le veían mover los labios y articular los brazos como si conversara con alguien, cuando en realidad no tenía a nadie en derredor suyo para poder hacerlo. Andaba como un autómata por las calles de la población, rehusando de un modo inconsciente el contacto con sus semejantes. A cada día que pasaba, sus ojos se iban vitrificando paulatinamente, siendo tal cosa señal del progresivo resentimiento de su salud. La sangre empurpuraba menos que antes sus angulosas facciones, y su paso se tornaba ostensiblemente más tardo y trepidante que desde su llegada el otoño pasado... Pepe Abascal enfilaba poco a poco las sendas que desembocarían en su abismo particular, y, mientras tanto, se sentía penetrado por la esperanza que la Naturaleza había inculcado en su ánimo.

¿Dónde hallaría la musa artífice de tantos hermosos mensajes como sus oídos habían acariciado?

CONTINUARÁ...

El jardinero de las nubes.

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