miércoles, 17 de septiembre de 2008

La balada de los últimos días (X): Frente a ella


Mucho antes de que amaneciera, ya estaba levantado de la cama. Se tomó con cierta repugnancia el café con bizcochos de su desayuno, y luego salió afuera, en medio del corazón de la alborada. Delicioso el aroma a heno segado que gravitaba en la silente atmósfera de Manzanares. Las farolas perdían vigor en sus parpadeos conforme el azul celeste se sacudía el sueño. Ya había gente transitando las calles, y cruzaban somnolientos saludos con Pepe Abascal, que por una vez no se mostraba refractario a los mismos. Los pájaros y los gallos de los huertos cercanos emitían sus propios saludos a la mañana que sonreía en el cielo. Un aluvión de oro solar se hizo visible en los llanos orientales. El campo se desprendía de su camisón nocturno. En Madrid Moderno empezaban a alzarse las persianas, y las voces desprendidas de los receptores de radio buscaban su lugar entre los sonidos matutinos... ¡Oh, belleza del renacimiento diario!

Fue necesario que las campanas de una iglesia cercana dieran las ocho de la mañana para ver salir de su nido al dulce pájaro de juventud. Nada más percibirla, Pepe Abascal corrió a ocultarse tras el tronco de un aligustre, si bien procurando no privar a sus ojos de tan bella imagen.

-Es linda, ¿verdad? -le susurró al oído una hojita del árbol.

-Ahora no puedo hablar; podría descubrirme -objetó Pepe Abascal en voz baja-. A propósito, ¿sabéis su nombre? -añadió de inmediato, invalidando su anterior objeción.

-Se llama Pilar -respondieron a coro todas las hojas del aligustre.

-Pilar -balbuceó Pepe Abascal, con la mirada puesta en el cielo.

-¿Por qué pronuncias mi nombre?

Esta pregunta, formulada por una voz de contralto, lo regresó a la realidad. Delante suyo estaba la mencionada Pilar, con su carpeta de estudiante en el hueco del brazo. El corazón de Pepe Abascal vaciló como los pétalos de una amapola ante la impronta del viento solano... Que cantaran dulcemente los pájaros manchegos, que el sol prestara toda su luz, que las flores derramaran sus cuantiosos ungüentos... Enfrente suyo estaba el resto de su vida.

-Eres el famoso Pepe Abascal -dijo Pilar, aproximándose un par de pasos.

Él se llevó ambas manos al corazón; le parecía que éste se le iba a escapar de la caja torácica. Sus labios se esforzaban por alumbrar palabras, que no sonaban como tales.

-¿Qué te pasa? ¿Te sientes mal? -se interesó Pilar, mirándole con gran fijeza.

Finalmente, su lengua adquirió la suficiente agilidad para decir:

-En toda mi vida... Sí..., en toda mi vida me he sentido tan bien como ahora.

Un rubor remoto afloró en las mejillas de Pilar, quien inmediatamente preguntó:

-¿Por qué ayer fuiste al patio de mi casa?

-"Que es particular, y cuando llueve se moja como los demás...".

El rostro de la joven se revistió de gravedad repentinamente.

-¿Acaso pretendes reírte de mí?

Pepe Abascal meneó la cabeza en tanto que apoyaba sus curvadas espaldas en el tronco del aligustre. Después dijo:

-Ha sido una salida mía para evitar dar respuesta a tu anterior pregunta... En modo alguno pretendía ofenderte.

-Entonces responde a mi "anterior pregunta". Únicamente así no pensaré mal de ti.

-No pienses que es tan fácil.

-¡Vamos!... Todo un hombre como tú.

-¡Es lo peor que se puede ser! -afirmó categóricamente.

-¡Respóndeme ya, he dicho!

Ante el tono imperativo que Pilar había empleado, Pepe Abascal se vio en la precisión de improvisar una respuesta. Primero se aclaró la garganta, y luego dijo:

-Tenía que estar allí... Tenía que estar cerca de donde habitas.

-¿Es ésa la razón? -preguntó la joven, parpadeando de continuo; sus largas pestañas se movían cadenciosamente.

-Si antes te hubiera visto, más poderosa sería ahora esa razón -contestó Pepe Abascal, abatiendo al suelo su mirada. Se notaba presa de los nervios; le era prácticamente imposible controlar el inoportuno temblor de sus miembros.

-¿Te encuentras mal? -preguntó Pilar con tono compasivo.

Pepe Abascal volvió a mirarla.

-Teniéndote en mi proximidad, no puedo encontrarme mal de ninguna manera -repuso con certidumbre.

-Tú no me conoces.

-Hace algún tiempo que sé muchas cosas de ti. Pero es mejor que no indagues cómo he llegado a saberlas.

-Yo también sé una cosa de ti -aventuró Pilar, para al momento arrepentirse de haber pronunciado esta frase.

-Ya me lo imagino -observó Pepe Abascal-. Las malas noticias corren a la velocidad del pensamiento... y más en un pueblo tan averiguador como éste.

-No culpes al pueblo... Culpa más bien a las revistas del corazón.

-Sí, lo mismo de siempre: los buitres se arrojan sobre cualquier resto de carroña... En fin, ¿qué me puede importar ahora? Dentro de un tiempo ya no podré enterarme de nada.

-Dentro de un tiempo te enterarás absolutamente de todo -le corrigió Pilar.

-Yo no centro mis esperanzas en tal cosa. Sólo por medio de tu imagen puedo reconciliarme con la vida. ¡Que viva la madre que te parió!, con todos mis respetos para ella, a despecho de mi soez exclamación.

-Si yo puedo procurarte esperanza, ¡adelante! Pero no pienses que por eso me voy a enamorar de ti.

-Tal cosa sería una aberración, como intentar juntar una flor y un cardo. Yo te adoraré a distancia, aun teniendo de antemano perdida la esperanza de que me puedas corresponder. El mejor favor que me puedes hacer, es siendo feliz con tu condición de jovencita. Pásatelo bien con tu pandilla, y, si se tercia, enamórate de un chico guapo... Sólo sabiendo que haces estas cosas, mi último aliento no será amargo.

-Se me hace tarde para ir al instituto -le interrumpió ella.

-Vete. Ruego al ente que me quiera escuchar, que tu camino y el mío vuelvan a coincidir -concluyó Pepe Abascal.

Pilar se fue al extremo de nitidez de la mirada de Pepe Abascal. Su aroma de juventud fue lo único que le quedó a éste último.

-Me gustaría tener su edad -dijo en sentido a las hojas de aligustre, las cuales le respondieron:

-¿Para qué querrías tener su edad?

-Para poder ir también al instituto.


CONTINUARÁ...

El jardinero de las nubes.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

La verdad que "releer" esta novela, es un placer como pocos.
El ritmo de la narración es perfecta y rica en detalles. Destila amor y respeto ante lo que acontece.
Te felicito, además las fotos son preciosas.
Un abrazo.

Soledad Arcos dijo...

me enterneció la historia, el pobre Pepe amando a distancia a la chiquilla pero respetando la diferencia de edad... realmente la vida nos pone en tesituras complicadas, ¿por qué tenemos este corazón con tamaña amplitud de sentir y tan pocas posibilidades de llevarlas a cabo? estamos siempre demasiado inseguros, o demasiado comprometidos, o demasiado lejos... pero algo hay que hacer con el amor, no crees? por cierto, me gustaría leer tu condesa pero no sé donde está, si me ayudas a encontrarla :D

un abrazo

magaoliveira dijo...

Cada una de tus baladas son un sueño que te sumerje en imagenes y personajes maravillosos.

Anónimo dijo...

La foto, creo que es el Parador de Manzanares, me trae deliciosos recuerdos de una feliz mañana del mes de octubre del pasado año.Cielo limpio y de un azul intenso que provocan melancólicas sensaciones en mi espíritu.