miércoles, 3 de septiembre de 2008

Oración a la luna


Escúchala, pálida luna de otoño. La vela está encendida junto a su ventana. Afuera ya no hay pan de oro que coloree los campos listos para la cosecha. Ella introduce sus manos en el relicario, y saca del mismo ese mechón de cabello que a él una vez le cortara en el transcurso de una dulce siesta de mayo. Por el cristal de su ventana se deslizan las gotas de una nube de madrugada.

–Luna enfermiza, tómale prestada su luz a mi vela. ¿Volverá mi corazón a sonreír en tu presencia? ¿Por qué lugares recónditos se marchó el propietario de estos cabellos?

El pájaro nocturno acudió al alféizar de su ventana. Y ella le franqueó el paso a la caldeada estancia. He aquí que el pájaro le ofreció este mensaje envuelto en suaves canciones de primavera:

–No ha de demorarse en su regreso de tan largo viaje. En la fría madrugada de los océanos, sus ojos se compadecen asimismo de la luna por su progresivo abatimiento. Pero ya viene, ya viene... Viene a poner cabellos blancos en ese relicario y alegría en tu corazón aletargado.

Ella apagó la vela... y no apartó su mirada de la pálida luna de otoño, velada de nubes cargadas de agua.

El jardinero de las nubes.

3 comentarios:

Soledad Arcos dijo...

a veces la luna nos trae aquello olvidado, aquello perdido... lástima que el encantamiento sólo dure lo que tarda en salir el sol

Anónimo dijo...

Feliz ella que tubo la recompensa de su esperar, feliz de amarlo tanto. Hermoso cuento corto, tienes la habilidad de que tus cuentos, tu bonita forma de narrar, llegue a lo mas profundo de mi al grado de hacer humedecer mis ojos. Besos.

Anónimo dijo...

Feliz tu de escribir cuentos asi, yo... se que no sera... aunque el corazon no quiera entenderlo