NO RECOMIENDO SU LECTURA A MENORES DE 18 AÑOS Y A PERSONAS FÁCILMENTE IMPRESIONABLES.
-XXVI-
A lo primero, mis observaciones se desenvolvían en el terreno de la discreción que siempre había sido tan propia a mi carácter. Empero, no tardé en comenzar a mostrar una abierta impertinencia. Me apostaba en el ventanal, y se me pasaban las horas tratando de observar los movimientos de las gentes de la casa vecina.
El tío Boanerges, cuando salía afuera, me dirigía unas miradas de mucho veneno y parecía que tenía aleccionada a su familia para que no excitaran mi curiosidad, por cuanto no volví a apreciar ningún detalle de vida tras los muros de la casa; no volví a ver ojos oteando tras los boquetes de la fachada; no volví a observar que nadie saliese al exterior, a excepción del tío Boanerges.
Las casas seguían crujiendo por el abandono. El tío Boanerges empezó a responder a mis miradas curiosas con gestos amenazantes de su puño. Sus labios se articulaban lúgubremente, pero el sonido que los mismos deseaban alumbrar no alcanzaba los pabellones de mis orejas. Yo seguía con mis miradas de indolencia, haciendo caso omiso de las amenazas y dejando que las horas se deslizaran en sombrías conjeturas.
Nuestra mutua animosidad era alimentada de día en día, pero nunca se nos presentó la ocasión de toparnos de manos a boca... Y la vez que esto sucedió trajo consigo la catástrofe.
CONTINUARÁ...
El jardinero de las nubes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario