martes, 21 de octubre de 2008

La flor de las islas


No es el viento austro el que desgrana sus lamentos en la frondosidad del pinar; es el corazón, es la soledad, la vida presente y el tiempo que ya no es y aún no ha sido. El austro risueño mece el barco que me aleja de tu orilla. El mar, herido por el cielo de tu mirada, esconde con sus brumas las dulces horas que el tiempo terminó ajando.

Allá queda el camino del puerto, en cuyas losas los petreles acribillaban la lluvia. Y no era lluvia marina; era la lágrima del tiempo pasado y el rocío tenebroso del futuro. La nube gris que empañó la dulzura de mi sueño…, sueño que abrigué antes de verte partir a los gigantescos brazos de la lontananza.

La cojo y la contemplo... Flor oculta del mar. Es tu corola la que acaricia mis dedos. Tu corola perdida en los pasillos de mi corazón. Me voy de ti sin buscarte y sin aguardar tu regreso... Pero nunca dejaré que esa corola de mar se marchite entre la rigidez de mis dedos.

Ayer pasaste por aquí, y ahora me encaramo a la cima de las olas, añorando el diamante de las islas... sin soñar, sin ilusión, lejos de la luz que se complacía en formarte irradiación. No te buscaré ni abonaré tu recuerdo; dejaré que el mar me arrastre a sus pabellones del olvido.

Y si cierro la mirada, el color de tu cielo lo llena todo; si invoco una lágrima, tu sonrisa se propaga por los festones del pinar; si me postro ante tu altar, el mar me arrebata de tu presencia.

Y no, la palabra murió en mis labios agrietados. La vida retrocedió a sus primitivas fronteras. La nieve de la separación borró el camino que no volverá a ser andado. Agarraré con mano firme la flor que no ha de agonizar en los charcos de oscuridad.

Y sí, flor de las islas, el bálsamo de tu cielo no ha de faltarte... Y aunque mi corazón se acabe secando, siempre te dará su abrigo.

La tierra es redonda, el mar infinito. El amanecer desfallece pero acaba regresando... Esperaré, confiaré. El rocío de la madrugada pesa sobre mis hombros. Y la luna dibuja en mis pupilas el arco de tu sonrisa.

Por la vida de los pétalos que el tiempo no marchitará.

El jardinero de las nubes.



2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Precioso, jardinero!
Hay pétalos que ni el tiempo logrará marchitar.
Si en tu memoria y corazón quedó esa sensación te felicito y me haces pensar que no hay que estar triste porque terminó sino contento porque sucedió.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

Te creces joven amable,en cada escrito transmites mejor los sentimientos y haces que broten en quien te lee.