martes, 12 de agosto de 2008

Esperanza


Hubo un tiempo en que yo te perseguía por todo el filo de la tierra. Te amaba, y entonces dejaba mi ventana abierta y cruzaba mis brazos, tumbado en la banqueta de mis horas solitarias, para atrapar el hálito de la brisa de primavera que me susurraba tus ternezas al oído. Te buscaba bajo los arcos de las iglesias, y te perseguía por los arenales que la tormenta oscurecía. Mi corazón se rendía a los incesantes latidos que le provocabas. En las cimas y en los valles se auguraba tu presencia. Tus perlas lucían blancas y tus ojos capturaban las estrellas del firmamento. El silencio me traía tu mensaje: "Algún día tu soledad terminará. Sentirás mi abrazo por todo el filo de la tierra". Te hacías llamar "Vida", pero yo te llamaba "Ilusión" y "Esperanza".

Hice de mi vida un borrador, y cierto día descubrí con horror que se había agotado el tiempo que me fue concedido para pasar a limpio dicho borrador. Dejé que mis brazos se abatieran, y mis ojos buscaron la mirada del suelo. Las nubes encubrieron el verdor de los paisajes por los que otrora te buscara. Los latidos de nuestra alborada se fueron pausando. La ilusión que me inspiraste se redujo a añicos, cual frágil cristal de Bohemia.

Ahora eras tú quien me buscaba, y yo ya no quería darme a encontrar.

Empezaste a coquetear conmigo, y ya no encontraste brasas en mi corazón; el hielo de los palacios de invierno desplegaba por sus ámbitos un cortejo de sombras de quietud. Me viste arrellanado en un trono de nieve, y colocaste tus manos sobre mis rodillas. "Yo no he envejecido, me dijiste, no he renunciado a tus persecuciones, no he sentido que tu sangre se enfriara. Debí agarrarte con mis brazos cuando tú me tendías los tuyos. ¿Por qué ya no me amas?"

Mis labios no dieron respuesta a tus palabras. Sólo te regalé una lágrima, el último vestigio de mi juventud, y tu presencia se esfumó como una cortina de lluvia.

Me hubiera gustado decirte que mi corazón todavía late como un reloj agonizante, que mi amor se ha conservado en el hielo del ocaso de mi vida. Abriré por la vez postrera mi ventana, y le suplicaré a la primavera para que con sus alas de incienso te traiga a mi encuentro.

Te seguiré llamando "Esperanza".

El jardinero de las nubes.

1 comentario:

Anónimo dijo...

que decir a tanta ternura se que , sos un ser estraordinario lamento estar ta lejos y no poder ser tu amiga cada dia me admiro mas de ti ... un gran beso