domingo, 10 de agosto de 2008

Los diez números de Dios (X): 499 = Tzevaot (esto es, "Dios de los ejércitos"; también "ejércitos de letras")



"Si no disfrutáis de vuestra juventud, lo lamentaréis el resto de vuestra vida".

Tú le conociste: uno de los peores maestros que tuve en la escuela, fue quien pronunció estas palabras. Cometí el error de creérmelas, y sufrí lo indecible por el hecho de que mi juventud tomara cauces melancólicos. Mi camino se separó del camino del resto de los jóvenes que conocí. Recuerdo aquellos sábados con olor a colada. Miraba por la ventana, y veía sombras de jóvenes que iban en busca del divertimento del fin de semana... Yo me quedaba tras la ventana, y el fresco perfume de la colada me impulsaba al recogimiento de los libros. Así fui viviendo mis imaginarias historias de amor. Algunas veces, al atardecer, oía voces juveniles en el exterior; entonces apagaba la luz del flexo y me abocaba a la ventana para atisbar la presencia de alguna bella muchacha que me permitiera poner rostro a las heroínas de los libros... Así ocurrió, que al final mi horroroso maestro de la infancia acabó teniendo razón.

Y mi vida pasó, leyendo de claro en claro y de turbio en turbio. Había ocasiones en que el consuelo de Dios no me era bastante, y albergaba en mi alma el deseo de que se anticipara la hora de reunirme contigo. Durante muchos años, mis oraciones nocturnas concluían con el anhelo de que Dios me rescatara de esta vida y me llevara consigo... Pero Dios nunca me hizo caso en este sentido, y en no pocas ocasiones se lo reproché. No entendía por qué torcía tanto los renglones en lo tocante a mí... No fue muy agradable la vida más allá de las páginas impresas.

Buscando una huida utópica, hallé también refugio en la escritura. No fue poco lo que escribí, expresando lo que en la vida real me estaba vedado expresar. Mis cajones se llenaron de manuscritos, y, aparte de consumir mi juventud, no hice por ir en busca de lectores. Con todo y con eso, me presenté infructuosamente a algunos concursos y a algunas convocatorias de publicación de escritos, y dejé pronto de hacerme ilusiones, asumiendo la evidencia de que mi literatura no convencía a los entendidos en estas cuestiones. Entonces llegó un momento en que me cuestioné la razón de seguir edificando castillos en el aire, y sentí que menguaba mi entusiasmo de otrora. Dejé de escribir con regularidad, y fue peor que una enfermedad; era como si a un árbol le impidieran crecer de repente, como si a las olas del mar se las forzara a no romper en las mansas arenas de la playa. No me importaba tanto recuperar los momentos perdidos de mi juventud como el don literario que Dios me había dado a costa de tanto sacrificio (¿o acaso placer?). Mirándome al espejo, descubría un nudo de sombras extendiéndose por toda mi frente.

Entonces, sin yo esperarlo, las cenizas se removieron cierta madrugada de agosto de 2006. Navegando por Internet, encontré un foro de Aldea del Rey. Leí atentamente los comentarios, y me asaltaron oleadas de recuerdo... y de resentimiento. Yo amaba el paisaje de Aldea, pero el paisanaje ya era harina de otro costal. Entonces decidí probar a escribir algo yo también, con total libertad, desahogando mi alma y sin temor por quedar mal de cara a la galería. Firmé con el título de una de mis primeras novelas de juventud ("El jardinero de las nubes"), de marcado carácter autobiográfico.

Pues bien, las reacciones no se hicieron esperar. Me respondieron dando la razón a mi visión de Aldea y, además, alabando muy especialmente mi forma de escribir. A raíz de esto, me introduje en la dinámica del foro, y escribí todo lo que se me antojaba en el momento (sin medir en ocasiones el alcance de mi sinceridad). Hubo textos políticos, satíricos, de remembranza del pasado de Aldea, de contenido poético, religioso, panegíricos de héroes anónimos..., incluso me vi metido de lleno en la campaña electoral de las elecciones de mayo de 2007, apoyando de lleno al candidato que hubiera rescatado a Aldea del deterioro en que está sumida. Me sorprendí de la grata acogida que tuvieron mis escritos por gentes de muy diversa índole. Pero lo más importante de todo es que hice amigos entre mis paisanos y gentes de lejanos lugares. Pronto amplié el círculo, y tuve triunfal acogida en diversas páginas literarias en que participé.

Se podría decir, asimismo, que el magnífico pintor aldeano Feliciano Moya y yo nos dimos de la mano para caminar por los mundos de Internet, y, a través de nosotros, Aldea del Rey se hizo conocida en muchas partes del mundo físico. Aunque suene a vanidad, sería atentar contra la realidad negar que Feliciano y yo hemos sido sin pretenderlo (él con su pintura y yo con mi literatura) los abanderados de Aldea de Rey en el mundo. No buscamos reconocimiento municipal a esta certeza, pero certeza es al fin y a la postre. Hacemos lo que nos gusta y lo hacemos en completa libertad... y nada logrará hacernos cambiar en nuestros planteamientos.

Así es cómo me encuentras ahora, siendo el que siempre fui. Antes despreciado, y ahora ensalzado... Pero no por ello mis calcetines dejarán de tener agujeros; no por ello olvidaré lo que aprendí de Dios en la soledad; no por ello me iré dando ínfulas, permitiendo que el orgullo hunda sus nocivas raíces en mi interior; no por ello renunciaré a aquel muchacho que sufrió tu ausencia y que creció como quien camina por un campo de minas.

¡Soy el jardinero de las nubes! Ya me conoces mejor que cuando te tenía a la vista, ¿verdad? Y ya sabes que te quiero más de lo que nunca fui capaz de expresar.

¡Oh, Dios amado, Dios de los ejércitos! No me falles ahora, y asegúrame que todo mereció la pena y que algún día me conducirás a su presencia.

El jardinero de las nubes.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

En tu perfil dices que eres amado por la soledad, pero ¿qué es la soledad? ¿Cuando nos sentimos solos? Cuando realmente lo estamos, o cuando no compartimos nada de nuestro interior con las personas más cercanas que tenemos en nuestro entorno.
Es muy fácil hablar con personas extrañas. Es muy fácil escribir en el silencio. Es muy sencillo dejarse llevar por Dios. Lo verdaderamente difícil es ser valiente con tu propia vida, con el día a día y conservar el amor de las personas que te aman.

Anónimo dijo...

Aquí tienes, en este blog y en lo demás, la prueba de mi fracaso... de dejarme arrastrar tras lo fácil.


Gracias por tu visita.

Jardinero.

Terechuli dijo...

Y por qué se nos quedan grabadas a fuego esas consignas de los maestros más horribles que hemos tenido, maestros destinados a enclaves rurales y sin otra vocación que no sea la marcial?
"Quien al cielo escupe, a la cara le cae" Lo peor es que acabamos reconociendo la verdad de la frasecita porque en sentido físico y metafófico es demostrable...
Ha sido un bello regalo leer todos esos años tuyos pisando baldosas sueltas, como un subjuntivo lejano...
El primer comentario es demoledoramente veraz. Tu respuesta también.

Anónimo dijo...

No creo que hayas fracasado, mas bien creo que eres un triunfador, mucha mi emoción al leer tus hermosos escritos. Un beso.

El jardinero de las nubes dijo...

Muchas gracias, último anónimo. Ya han pasado muchos años, era aún joven cuando escribí esto, y ahora, que ya he sumado unos cuantos años más, he aprendido a aceptarme. Y ahora me doy cuenta de que no debí haber sido tan duro conmigo mismo. Los bellos recuerdos que dejo atrás son la prueba de que mi fracaso tal vez fuera un triunfo. Lentamente inicio mi camino hasta confundirme con la luz sangrante del atardecer... Y luego me espera la noche de mi olvido.